EL
CARRASCAL DE MONEGRO
Y
LA ROSA PEONÍA
No
hay ni en monte ni en llano
de
este pueblo tan riojano,
carrascal
como Monegro
que
con su leña fue un logro
tener
al hogar ufano.
En
el carrascal nació ella,
y
si no fuese más bella
no
fuera tierra bendita,
y
lo es porque la habita
la
“Peonía”, la -flor maldita-.
Flor
silvestre más lozana
nace
en la sierra riojana,
es
muy poca vividora,
pero
al nacer enamora
a
la dama más galana.
Hermoso
monte de antaño
de
calientes vanidades,
hay
carrascas no castaños
que
dan calor sin engaños
y
muchas tranquilidades.
Vimos
a las cargas bajar
por
camino serpenteante,
entusiasmados
por llegar
al
hogar donde su amante
le
espera para descargar...,
la
leña, que en un instante
comenzará
a acalorar
a
la estancia más ferviente
de
nuestro bendito hogar
cambiándole
su semblante.
Robusto
monte de encinas
con
cantos de golondrinas
donde
se encuentra la paz,
canta
el cuco y las pardinas
y
la paloma torcaz;
¿Qué
raro que los favores
suplique
yo del destino,
si
tengo ese mal de amores
por
la reina de las flores
de
un Carrascal tan divino?
Ese
monte desde lejos
parece
un poco ceñudo,
y
entre sus quebrados viejos
tuvo
algún hijo talludo
que
dio muy buenos consejos,
y
fue el guarda de ese monte
quien
cuidó con justicia fiel
a
su natura viviente,
el
guarda se llamó, Manuel,
y
el mejor defensor fue él.
Y
se que a esas estancias
van
también los cazadores
a
celebrar sus cacerías,
hacer
leña leñadores
y
el pastor sus ganaderías;
y
para mí es un gran dolor
que
en ese paraje de paz
den
contigo ¡hermosa flor!
un
cazador ineficaz
o
el caprichoso chupaflor;
que
en la montaña adorada
descubrirán
bellas flores
alguna
muy delicada…
¡
Y esta rosa colorada
no
son para predadores!
Cuan
sólo el galante fino
que
frente al cielo se rinde,
con
tu garbo matutino
merece
ir con R. Lalinde
por
el Carrascal divino.
¡Qué
buena lumbre me dieras!
¡Hogar
caliente tuvieras,
si
del Monegro feraz
toda
la leña trajeras
y
yo fuera el montaraz!
Pues
yo tengo prometido
ser
hombre comprometido
y
un capataz muy cabal
como
el mejor que ha pisado
en
Monegro el Carrascal.
Con
este mulo tan brioso,
que
no al trabajo se rinde
con
su trote tan vistoso,
atenderé
primoroso
Monegro
de linde a linde;
y
ni en los montes cercanos
han
de citarse destinos
los
atrevidos pastores,
los
furtivos cazadores,
ni
leñadores malignos.
Familias
que viejo me veis,
amigos
que me conocéis,
personas
que me estimáis,
todos
los que me respetáis
y
todos los que me envidiáis,
¡Suplicar
en justa porfía
si
me confiará el destino
el
agrado de guardería
en
aquella montaracía
de
un Carrascal tan Divino!