PARÉNTESIS
Tras muchos años de luchas constantes
quiero transitar como lo hacía antes,
junto a la orilla de mi humilde río
y en la quietud de su ribazo umbrío.
Siguen corriendo brillantes cristales
y otras ninfas, siempre en los arenales...,
las que vi volar día a día y hora a hora
con la juventud que al pasado implora.
Ese susurro lánguido y doliente
que el espíritu del Alhama siente,
que tantas veces ofreció mis penas
en la paz de sus cálidas arenas.
Yergue sus brazos el nogal añejo
junto al movido y fulgente espejo,
mil zarcillas de flores amarillas
se van ocultando por sus orillas,
y las aguas reflejan las verduras
en forma de salvajes colgaduras,
en las cercanas frondas en un hueco
hace el nido el búho en un tronco seco.
Nada exaspera en el lugar querido;
ni el fuerte viento ni el ligero ruido,
lo encuentro siempre como el mismo día,
es el mismo paraje, nunca varía.
En mis sueños el arrullo persiste:
cuando dije a dios convulso y triste,
rodaron mis sueños ,y el bagaje
tardó en llegar al límite del viaje.
En cambio al subir la dura cuesta
mi propio ser no me deja, ¡le cuesta!
Y aunque piso con desafío el camino
no soy más que un errático beduino.
En lo alto, lo ideal, el tesón del hombre
que se desparrama por toda la cumbre,
debajo, los mundos…, calor eterno
de la noche o el congelado invierno.
En el descenso soy yo el que no avanza;
y pongo una voluntad que se lanza;
alma que va buscando la verdad perdida,
inquietud del desvelo de la vida.
¿Adonde voy? Que el mañana responda.
La barranca es oscura y muy profunda;
soy de los que en combate perseveran
sin temblar ni dar la espalda a la espera.
Mi astro arrogante al júbilo rehúsa,
fue siempre desesperante a la musa,
contra toda doctrina turbulenta
marchó siempre adelante y en línea recta.
Mientras tanto aquí estoy, en mi soto umbrío;
a orillas del Alhama, junto a mi río;
sentado en un viejo tronco abandonado;
imagen viva de tiempo pasado.
¡Cuánto ansío la calma y el reposo
y, la holganza y ocio silencioso!
En este triste retiro me pierdo
junto al consolado olor del recuerdo.
Volveré a buscar otros horizontes
en la cuenca de mi río y de mis montes:
me oprimo como cinturón de granito
si no sacio mi sed de lo infinito.
La vejez ha llegado y es muy justa,
mi suerte está echada y no me asusta,
vuelvo a reclamar calma y olvido,
son los aires pacientes del vencido.