ODA XV
(FRENTE A
LAS RUINAS DE CONTREBIA LEUCADE)
Entre Alcarama y Monegro pasan
negras nubes; el solano del
Moncayo
sopla húmedo; las altas montañas
se alzan nevadas, todavía es
mayo.
Un caminante sentado en el verde
prado, lee viejas historias
celtíberas,
algo sobre estos muros que
delatan
al cielo y a los siglos sus
guerras.
Se lanzan en bandadas contra ellas,
apiñados, negros, firmes
graznares
de cuervos, donde se alzan las
murallas
contra los asaltos más audaces.
El violento bando amenazante
parece repetir pasadas épocas
guerreras,
¿por qué provocáis?, de
Inestrillas llegan
graves voces de campanas.
Pasa envuelto en ropa un campesino;
pasa cantando entre álamos y
huertas
sin querer mirar; ¡qué terribles
luchas!,
¡qué valerosas gestas!
Va cayendo la tarde, vengo caminando
desde Abuelas a Inestrillas,
desde lo alto
contemplo la sombría ciudad en la
ladera,
bondadosa de sol, voy
murmurando...
con voz grave y solemne un viejo canto.
¡Óyeme, Contrebia! ¡A estos
mezquinos
hombres desalójalos de aquí con
sus
maldades! ¡Este lugar es
sagrado!
Contrebia descansa aquí. En el Alhama,
su cabeza está posada en la
montaña;
sus brazos, extendidos por las
lomas;
sus espaldas llegan hasta
Cruña.
¡Ay, quién te viera Contrebia, fúlgida
y entre bonanzas, al pueblo
célebre
divulgar... “Hasta aquí llegó
Roma
defendiendo su derecho y su
nombre”!
Pasaron los tiempos oscuros y afligidos
como los buitres pasan por el
Alhama,
y surgí anunciando: ¡Contigo
están
tus muertos y tus dioses!, ¡oh
Roma!
Aún hoy, el río ondulante pasa entre
cerros sombríos, susurrando el
fresco
aroma de tomillos, espliegos y
romeros
que lleva a lo lejos el
cierzo.
Aún hoy, pastan sobre ti, ¡oh Contrebia!
en el lánguido atardecer los
lentos rebaños;
y en las aguas del Alhama sumerge
el zagal
a la sombra su torpe tropilla con
engaños.
Negras nubes humean sobre Alcarama;
verde, austera, grande desde su
anfiteatro
circular de montes, la Umbría mira el largo
y estrecho valle nuestro.
¡Umbrías verdes, salve! ¡Y tú Alhama,
de estas fontanas la diosa! ¡Aún
late
en mi pecho la antigua patria
donde
los dioses celtíberos airearon mi
frente!
¿Qué árboles quejumbrosos trajeron
las sombras a estos consagrados
ríos?
¡Blandengues árboles de tiempos
humildes
que arrancaron vientos solanos!.
Las curvas de tus encrespados montes
fueron la voz del grito que como
una rapsodia
brotó: ¡Oh zagales cuyos rebaños
pastan
junto a la ciudad de Contrebia!
¡Tú que labras las laderas de los montes
del Carril! ¡Tú que cortas las
carrascas
de Monegro, o que en el valle del
Alhama
la tierra siembras...!
¡Deja el ganado solo en la pradera;
deja en el surco el dócil caballo
bayo,
deja el hacha y la cuña en el
carrascal,
y corre sin desmayo!
Ármate de valor y... ¡corre, corre, corre
con las flechas, con la clava,
con la lanza!
¡Corre..., que Sertorio quiere
destruir
de Contrebia vuestros lares por
venganza...!
Hoy todo está mudo. El suave poniente
forma remolinos cuando brota
dócil y diáfano,
y riza el agua creando alegres
espejeos
con tembloroso empeño.
Las flores en la pradera ríen, ríen y ríen,
y extienden sus débiles y hermosos ramajes,
mezclando jaspes, blancos,
amarillos y violetas
con tiernos roces.
Las fuentes de tus ríos y de tus versos,
brotan al pie de las más altas
montañas
entre plácidos juncales y
sotobosques,
¡Qué hermoso lecho para las
ninfas!
Montes, sotos, valles y agua de la verde umbría
mi canto aplauden; silba el
viento con modestia...,
humea la niebla, algunas veces sale el sol...
Frente a mí estás tú, Contrebia.
De mi libro de Historia "Memorias del Alhama"