Raza arrogante y pura
que con firmeza silvestre
dio al Alhama forma ilustre
su primitiva cultura.
Una tremenda aventura
va a su sacrificio unida,
como destapa la herida
que al hombre le rompe el cuello,
en el tremendo degüello
la fatiga de la vida.
Porque la leal tenacidad
que el hombre al destino entrega,
vuelve en vino la uva negra
por la pura necesidad.
Y en juicios de voluntad
no hay felicidad más cierta,
que ajustársela completa
con un lance al corazón,
con tres cuartas de espadón
en la citada reyerta.
La hora amarga del dolor
mustio suceso nos traería,
así como al nacer el día
trova el pájaro cantor,
finos trinos del ruiseñor
que anuncia el amanecer,
y en el fresco alborecer
que alumbraba el primer rayo,
el noble hombre de mayo
se marchó para no volver.
Partió hacia lejana tierra
al verse con tal deshonra,
agitándose en la sombra
escondido en su bandera.
Río..., cielo..., valle y sierra,
tu trotar por fin arranca,
y bien sentado en la grupa
que por las cuestas empina
sonriendo va a su heroína
sin que nada le interrumpa.
Al sonar la campanada
su muerte fue muy elogiada,
con la patriótica espada
a cuchillo rebajada;
pensaba sencillamente,
el momento o la ocasión,
desde que se acaba el follón
hasta iniciar nuevamente,
pintar de nuevo al yacente
y dar existencia al varón.
Su letra es la gran cantada
del cielo frescor campero,
donde un relincho ligero
alboroza la alborada.
Y la mocita lozana
columpiando la cadera,
en esa humilde pradera,
rebosante de juventud
nos advirtió la inquietud
de la tierna primavera.
Su vaga memoria lloro
allá en la calleja vieja,
del pueblo nunca se queja
no hay molestia ni decoro.
Guarda muy bien su tesoro,
las piedras son su argumento;
allanando el pavimento
si su nivel sobrepasa,
se va enterrando la casa
con su propio crecimiento.
Inestrillas,
19 de enero de 2014
Mi primer poema de la cosecha de 2014
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