MI
VALLE
Que
voz tan dulce, qué sonoro acento
para
trovarte ¡Oh Valle! ¡Qué baladas!
¿Será
el ulular ruidoso del viento?
¿Será
el murmurar de las brisas blandas?
Te
siento y me acobardo: mi alma siente
que
tu misma nobleza la mutila,
y
rápido después aúpo la frente
para
envolverte en mi osada pupila.
Entonces...,
algo en ti me solivianta
y
bravío como el viento correr quiero…
¡Bate
el caballo su arrogante planta
y
vuela con ímpetu inestrillero!
El
Valle llano a su fuerza se tiende;
al
otro lado del río se ve el monte;
¡No
hay linde!… la bruma se desprende.
Y
a su paso se aleja el horizonte.
El
caballo galopa ya sediento
de
espacio, un torbellino en la espesura;
se
desata y se aleja el gran jumento
como
ave que se pierde en la llanura.
La
grandeza de este Valle se extiende,
todo
lo abarca, como el sol distante,
lo
arrastra, lo recorta, lo confunde
e
inunda con su espíritu gigante.
Sigue
rocinante en veloz carrera
arrojando
al abismo los sentidos;
¡El
ajetreo del cuerpo se apodera
y
se aprecian los nervios agredidos!
Mi
pecho se apasiona, se agiganta;
oigo
golpear su corazón de acero;
en
él no vive el pulmón si no alienta
el
poderoso soplo inestrillero.
A
lo lejos, el hombre sobre el llano,
con
el pelo marchito y roto el traje,
tengo
orgullo de ser un buen riojano
y
de gozar del privilegio salvaje.
Siento
el murmullo y el rumor a coro
de
mi venerado pueblo ya sin guía;
elevo
mi alma a Dios, me postro y oro
ante
la Virgen del Prado, Madre mía.
Noto
el fuego en mi bulliciosa mano,
mi
corazón es brasa, mi frente arde…
¡Que
dicha el Alhama en el Valle llano
con
el agua refrescante de la tarde.
II
La
aurora entre las montañas deslumbra,
la
mocedad, el cántico, la armonía;
las
tardes son un sueño en la penumbra,
¡El
abrazo de la noche con el día!
La
tarde en este Valle misterioso
no
es tarde de espesura ni de prado
es
más mustia, más guapa, más fastuosa,
más
dulce y muere bajo el sol dorado.
Ni
un murmullo percibimos, ni un ruido
en
la vasta llanura solitaria,
sólo
el leve y agradable gemido
como
ruego final de una plegaria.
Como
el aroma de la flor, abierta
a
las caricias del viento que gira,
el
alma se abandona, flota incierta,
y
con los rayos de la luz espira.
Anhelamos
a esa imagen misteriosa
una
dulce espiritual melancolía;
la
arteria que late silenciosa
y
aparenta que agoniza con el día.
Sentimos
volar la memoria errante,
recuerdos
de dolor que no se nombra,
fantasmas
e ilusiones vacilantes
que
corren a esconderse entre la sombra.
Notaréis
con el alma entrecogida,
los
seres que en la tierra habéis querido,
sus
risas, sus gritos, su voz querida,
como
un largo lamento que se ha ido.
La
hora real llega en aquel instante
en
que el sol en la arboleda oscila,
en
que el hombre desmaya suspirante
y
el alma vuelve a su creación tranquila.
¡A
ese instante no hay quien se resista!
Levanta
al imbécil, levanta al sabio
inmóviles
quedáis, quieta la vista,
el
nombre de Dios nos precintó el labio…
III
Si
esperamos un momento…, la sombra
sobre
el Valle sin luz ligera avanza,
ya
se juntan y se unen en su alfombra
las
sombras de la tarde
en lontananza.
Hay
fuerte retumbar de truenos, lejos
se
oyen los vientos que en reposo viajan;
y
los bruscos y apagados reflejos
plomizos
oírlos retumbar amargan.
Vuelve
el nublado, y las nubes juntadas
empujan
a las otras al soslayo,
rasgan
el cielo turbias y airadas
precipitan
a la tierra su rayo.
Los
relámpagos, amenazantes,
extendidos
en ráfagas violentas,
aparentan
miradas deslumbrantes
del
soberbio genio de las tormentas.
Son
escenas altivas, atrevidas,
mi
alma se llena de grandes visiones:
Sueño
tras las nubes enfurecidas,
con
Dios, el Dios de todas las naciones.
Se
ha rasgado el cendal del santuario,
se
adivina inesperado en la mente
la
tragedia fecunda del calvario
donde
oran por los suyos tanta gente.
¡La
tormenta no es visión, no es desmayo
es
energía, es trueno, es candil, es fuego!
Quiero
mi Valle imprevisto de rayo
que
centellee en mi frente y zumbe luego.
Así
envuelta en un entorno sin nombre,
rompe
la tempestad su acometida...
Así
concibo mi Valle y el hombre,
¡imagen
excelsa ¡…! rey de la vida!
Inestrillas,
julio de 2019