ÉGLOGA (la fuente y el caminante)
La fuente del Prado siempre brotando,
el manantial canta a su rítmico chorreo,
que en verano sacia al hombre blando.
¡Como las claras aguas veo presente
viéndolas en mi memoria de aquel día
en que mi alma tiembla y arder presiente!
En vuestra transparencia vi mi alegría
os vi oscureceros toda y enturbiarse;
cuando os recobré sabía me acogería.
El dulce susurrar de este sonido,
los árboles por el viento movidos,
y el hermoso pastizal florecido.
Podría volver enfermo y descontento
cualquier zagal del lugar jovial y sano;
yo solo con bien morir me contento.
¿Cómo puedo rezar si triste lloro
y convertir tan satisfecha vida
en pobreza con todo mi tesoro?
Quisiera mudarme y a la despedida
dejar parte de la ofensa y el daño
que a mis entrañas tiene consumida.
¡Cuerpo agotado…, qué terco es el dolor
que nos cansa, desfallece y enflaquece!
¡Ay, si yo pudiera tener ese valor!
Hay quien guardando el bien, jamás se ofrece,
quizá es que el sueño le dará durmiendo
cierta dicha que luego el aborrece .
¡O fuente, tú que nuestra sed saciaste!
¡O fuente, tú que nos diste vida y fe!
¡No dejes que tu germinar se agote…!
Logroño, 1 de enero de 2021
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