Ricardo Lalinde López
EL
ARTE DE MENTIR
Resulta
que la facultad de la mentira puede emplearse para tratar de
confundir, de engañar, de expresar lo contrario de lo que creemos
que es verdad o de la realidad de nuestros sentimientos.
Los
motivos de la mentira pueden ser varios: la broma inocente,
escarnecer a los crédulos, obtener provecho egoísta con el
engaño.
Lo patológico -a mi juicio- es la actitud de
bastantes personas que por temor a la verdad, buscan la seguridad
que les proporciona una mentira. Su forma más leve es la de aquellos
que no desean que el médico les avise de la gravedad de una
patología.
Pero resulta preocupante la búsqueda ansiosa
de la mentira que les tranquilice en una situación que puede ser
peligrosa para ellos mismos o los demás. ¿Desde cuándo ignorar un
peligro lo evita? ¿No lo agrava más al no tomar medidas para
remediarlo o minimizarlo? Pensemos en los negacionistas del cambio
climático o de la destrucción de la biodiversidad por la acción
humana. ¿Seguirá el gobierno ignorándolo a pesar de los terribles
incendios que están destruyendo amplias zonas de nuestro país?
Hoy, en esta era de la comunicación instantánea, en la
que casi todos estamos interconectados, hay formas sibilinas de
mentir que emplean los poderosos. Una es manifestar la verdad, pero
ocultándola en una maraña de verdades intrascendentes, de manera
que la importante pase desapercibida.
La otra es el empleo
de medias verdades rebozadas de mentiras. Así podemos tragar unas y
otras sin darnos cuenta.
Un buen sistema educativo se
esforzaría por dotar a sus educandos de herramientas de pensamiento
crítico que les faculten para distinguir todas esas asechanzas de
engaño.
Pero, ¿Dónde están los políticos que traten
a sus ciudadanos como personas mayores de edad y se esfuercen por
decir la verdad e implantar un sistema educativo forjador de personas
libres y no de vasallos?
¡Son los políticos los que hacen buena a la mentira!
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