Ángeles
Caso, inteligente y valiosa mujer. Me asombra que este sea su pensamiento,
siendo tan joven todavía, porque generalmente se llega a este maravilloso
discernimiento cuando se está en la "avanzada madurez"... casi
vejez...como decía Borges, sólo con el tiempo lo aprendes y por lo general
cuando ya se te está acabando ....
Aquí cabe
completita la frase...
* Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco *...
* Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco *...
Será porque
tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas
Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi
compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la
cabeza más sana que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal
vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las
suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las
cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha
pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí.
El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación de que empiezo a
entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de
lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el
dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las
coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la
envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y
malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas
llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una
sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto
los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de
un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de
hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un
pedazo de pan.
Rechazo el
cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se
desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y
a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a
los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no
comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y
te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante
tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y
ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan
sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas
carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo
dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un
pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del
mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas
cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu
crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero
toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de
lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de
menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi
lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que
algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme
nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en
que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que
yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.
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