REFLEXIONES
DE ANTES DE AYER
Unas
lágrimas se deslizan por mis mejillas y suavemente se van posando
sobre mis labios, son un sentimiento dichoso y un latir del corazón
cansado de recorrer el mundo que poco a poco se muere.
¡Cuántas
veces suspiré! ¡Cuantas veces cerré los ojos y los volví abrir a
la vida!
Era
mi forma de pensar, mi forma de conocer a tantos seres perezosos y
vagabundos y que para mi no existía ninguno con las mismas penas de
mi sollozar.
Y
esta falta de la sinceridad del ser humano, y de estímulos de la
vida, también los hecho en falta, y los que somos testigos, podemos
manifestar al hombre nuestros pesares y nuestra fortaleza que
comporta el poder material.
Y
me quedan en la vida reflexiones por resolver, con camino de justicia
y firmeza renovada, manifestando el desafío y el mensaje de la
llamada hasta el umbral que todo hombre ocupa.
Junto
a mis manos indecisas y mis lágrimas que dejan de llorar masco la
confianza que tengo de ser dichoso, mis labios fríos y calientes y
las manos y los pensamientos ya envejecidos me dan la razón, observo
a mi corazón que me dice..., quedas libre de castigo.
No
obstante intentaré guiarme suavemente a través del espíritu que no
olvida compromisos en el descolorido vivir de las cosas; y de esta
forma, hacer la vida más buena y hermosa, sin lágrimas de muerte,
no es una sorprendente actuación tener el corazón libre, es tener
siempre luz absoluta y abierta a la esclavitud de la humana
condición.
Ricardo de Lalinde y López
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