REFLEXIONES
SOBRE LA VIDA
Los
días sin interés
son como la grasa incrustada sobre el cuerpo, como una costra en el
alma.
Hay
un bochorno que lentamente mancha nuestras mejillas sonrojándolas,
aunque se calla y olvida.
Alguien
puso estos agobios en mi, aún cuando no diga nada.
Y
es que hay zoquetes andando, conversando con gentes y espíritus,
echándose en el barro y hurgando en la mierda del interés y la
fama.
Cerdos
de morros que cantan entre amigos y familias, donde algunos
instruidos hablan de sexo y de guerra, de política y de éxodos, de
independencias y fortunas en su provecho, reviviendo la esperanza,
¡Pobres...! Puercos de un planeta fácil en que el engañador quiere
creer que engaña, mientras los ácidos lentamente llevan los
vómitos a su garganta.
Hay
hombres que caen todos los días de pié desde su cara, y ven y
sienten que están vacíos, y en su pecho va creciendo la muerte de
su alma.
Hombres
que no se avergüenzan ni se cansan, que no preguntan ni quieren
saber nada.
¿Qué
viene a hacer tanta nobleza fracasada?
Yo
he aceptado que mi cuerpo nunca será inmortal, que envejecerá, y un
día se acabará. Que estamos hechos de recuerdos y de olvidos, que
la vida me devolverá lo que le de, bueno o malo y pagaré por ello.
He
aceptado que todo lo que tengo es prestado, que no me pertenece, como
no me pertenece mi propia existencia.
Yo
he aceptado que vine al mundo para hacer algo por él, para dejar la
semilla que dejaron mis ancestros y para tratar de dar lo mejor de
mí, dejar un rastro positivo de mis pasos en el momento de mi última
partida.
Entonces
llega la gran pregunta, ¿Porqué no ser mas generosos? ¿Porqué
somos tan codiciosos?
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