PINCELADAS
I
Negras
o pardas, cuando no verdosas,
cuatro
tapias cierran el corralillo,
cercado
con verdor florido en rosas
y
adornadas en ámbar amarillo.
En
el césped bella estatua de piedra,
nardos,
jazmines, y al centro pinsapos
un
bello laurel que a la sombra medra
y
mil mariposas vuelan los campos.
Un
cielo azulado con refulgentes
rayos
de sol entre nubes, que brota
de
las inseparables y brillantes
centellas
para evaporar su gota.
Lejos,
y haciendo arco el horizonte,
densa
y verde vegetación abunda;
y
descendiendo las faldas del monte
veo
la imagen de tierra muy fecunda...,
cerro
empinado y cónico alardea
como
sana madre de teta erguida
que
se vierte tímidamente y albea
empapada
en su líquido de vida.
II
Luego
el cielo azul, el terreno en calma
y
el sol de altivo brillo vespertino
y
profusas ilusiones en mi alma
van
llenando de flores mi camino.
Mi
vida es toda placeres y encantos,
mi
pecho generoso de pureza,
mi
huerto lleno de fragancia y cantos
y
lejos he dejado la pereza.
Ayer,
mi poesía fue rica y galana
colmando
mi cabeza de fulgores;
tú,
apacible y serena en la ventana,
me
hablabas de dichas y de amores.
Ayer...,
la luz era toda de poesía:
el
alba era pura y las tardes bellas
henchidas
de ligera melancolía,
y
las noches pletóricas de estrellas.
Hoy…
la noche es la sed en el desierto,
he
perdido la confianza, y la creencia,
el
cariño en tu confianza ha muerto,
y
alambras de espinas mi existencia.
Logroño,
24 de enero de 2019
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