A
LA VIEJA FENESTRELLAS
A
la orilla del Alhama
que
corre incierto y sedoso
bajo
el farallón rocoso
que
bate el cierzo y que brama;
se
alza en robusta solana
fortín
ancho cuadrangular
que
un líder mandó edificar
donde
el hombre se encarama
para
guardar el Alhama
de
los que vienen a atracar.
Contra
el viento borrascoso
sus
almenas no se mueven
ni
acosan ruidos que eleven
la
dignidad del coloso.
El
valle queda en reposo
y
mil veces pensativo,
pues
sólo se advierte el ruido
de
los vientos que le azotan
de
las palomas que cantan
y
los buitres en su nido.
Mas
si arrecia la batalla
el
viento gruñendo choca
contra
la empinada roca
que
allí sirve de muralla…,
cuando
en la empinada valla
brama
el temporal violento
él,
inmóvil en su asiento;
castillo
que amenazaría
a
la irracional sinfonía
de
la violencia del viento.
Dio
bondadoso un monarca
señorío,
a doña Sancha
de
aquella Villa tan ancha
de
aquella áspera comarca.
Todo
lo que el ojo abarca,
desde
el largo parapeto
hasta
el farallón sujeto,
no
hay amo en la ancha Castilla
ni
en el Reino ni en la Villa
que
no le guarde respeto.
Para
magnificar sus bríos
contra
ladrones y moros
le
entregó el rey dos tesoros...,
beneficios
y señoríos,
y
renunciando a los impíos
pensamientos
de Lucifer
que
desorganizado y cruel
saquea,
incendia, arrasa y mata
es
él quien más arrebata
a
los derrotados por él.
Gusta
ver a Doña. Sancha
su
cara y negro cabello
que
cubre a su rostro bello
con
sagacidad y dicha.
Cuando
en la fronda resuena
la
trompa brusca de caza,
con
mucho temor abraza
a
la mesnada inocente
y
huye miedosa la gente
de
semejante amenaza.
Desde
su empinada roca
baja
al vulnerable llano
blasón
y acero en la mano
y
un crucifijo al que invoca.
Arenga
con rabia loca
el
ansia de su mesnada
y
no cesa la algarada
que
a la población castiga,
sólo
cuando se fatiga,
más
que cuando coge espada.
De
carácter dura y torva
complacele
vivir en paz
y
si hay incendio capaz
elimina
cuanto estorba,
a
su paso todo encorva,
cualquier
discurso la altera,
goza
de la lucha fiera
y
con el botín que cobra
vuelve
como ella acostumbra
a
su morada roquera.
La
hoguera chisporrotea
y
en la negra chimenea
quema
leña de una encina
que
el ancho lar ilumina,
y
entre sus pies se reclina
su
grande cabeza un lebrel
que
por su reluciente piel
vivo
resplandor derrama
la
roja y vibrante llama
que
se agita delante de él.
Hay
en el valle y su hondura
un nogal seco y sus yemas
separado por las ramas
de su especial hermosura,
la escarcha le da blancura,
le da un porte funerario,
pues se alza en solitario
oscurecido y escueto
como robusto esqueleto
bajo su albino sudario.
un nogal seco y sus yemas
separado por las ramas
de su especial hermosura,
la escarcha le da blancura,
le da un porte funerario,
pues se alza en solitario
oscurecido y escueto
como robusto esqueleto
bajo su albino sudario.
Cuando
penetra el huracán
rasga,
calcina y devasta
y
solo un alma insensata
en
un rato tan aciago
culpa
al tiempo del estrago
y
no a Dios que lo desata…
Y
desde el día que yo nací
ando
rabioso y convulso
pendo
del extremo impulso
y
sin ser genial complací.
Justicia
jamás
dormida,
callada y terco testigo
que no deja sin castigo
ninguna muerte en la vida.
La razón calla y olvida
mas, ¿quien atiza su yugo?
El Sumo Creador si pudo
que a solas con el pecado
fueses tu para el culpado
fariseo, juez, y verdugo.
callada y terco testigo
que no deja sin castigo
ninguna muerte en la vida.
La razón calla y olvida
mas, ¿quien atiza su yugo?
El Sumo Creador si pudo
que a solas con el pecado
fueses tu para el culpado
fariseo, juez, y verdugo.
Ricardo
Lalinde López
Inestrillas,
15 de junio de 2019
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