A
UN LOBO SOLITARIO
Montañoso, confundido, impenetrable,
pardo como la piel cuando se envejece,
anda al trote y lento por donde pace,
soledad de su páramo incansable.
Su armada mandíbula levanta. En este
viejo paraje del Alhama durmiente,
en él veo al veterano hombre del Norte
y al perdido adolescente del Oeste.
Luego pienso que ignora el tiempo
humano,
cuyo reflejo sombrío es la memoria.
La época no lo toca ni la historia
en su discurrir, tan variable y llano.
Intemporal, incalculable al cero,
es el postrer lobezno y el primero.
Inestrillas, julio de 2013
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