COGER UNA FLOR
Bajo calmosos albores
que descolgaban del cielo,
entre garbosos cipreses
dí mi madrugador paseo.
Hacía la cruda escarcha
levantar todo mi pelo,
sintiendo dura humedad
calar ansiosa en mi cuerpo.
Al margen de la vereda
por mil abrojos envuelto,
tan rojo como la sangre
y tan frío como el hielo,
un gran fragor de belleza
ensalzaba al firmamento.
No alcanzando a renunciar
la tentación de cogerlo,
estiré mi largo brazo
hasta el más preciado suelo.
Una excitación extraña
noté en la yema del dedo:
el pinchazo de las flores
fue el más celestial beso.
Al ver la mano
sangrando
por las puntas de los dedos,
cerré los ojos y al
tiempo
tuve el más precioso sueño.
Tú te hallabas a mi lado
bajo el esplendor del cielo,
alzabas la vista a Dios
y le mandabas un ruego.
Alargándote mí mano
te ofrecí una rosa, a la
vez
que rozándote los labios
sollozó el alma: ¡Te quiero!
Logroño,1 de julio de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario