ROMANCE
(A
la Reina del Alhama)
Allí
en el fértil y risueño valle,
donde el Alhama es débil
todavía
juega en su sencillez la regia huerta
acompañando al
Ebro en su partida;
allí se alza la sierra de Alcarama
que
acompaña siempre al valle deseado,
por millares de siglos
flagelado
de los duros vientos cierzo y solano,
que altivo y
majestuoso levantado
da a Monegro y Moncayo la mano.
Allí donde el Alhama murmurante
bamboleara los
frutos del manzano,
y el racimo del cerezo más brillante
son
perlas del trabajador riojano.
Allí
fueron donde por vez primera
un extraño temblor
desconocido,
bullicioso, agitado y sorprendido
mi desbocado
corazón sintiera.
Inquieta
fue mi niñez, paz y calma,
no quise pensar nada en ese
instante,
mi pecho se encontraba palpitante
por el tierno
desaliento de mi alma.
Era el amor más sereno e inocente,
destello del amanecer
reciente,
apenas galanteo de aquel devaneo
del pensamiento
inmaduro del niño;
no era el insaciable fuego del deseo,
sino
el alegre brillo de cariño.
Yo te miré una vez Madre
querida,
despertando de aquel ensueño blando
de las primeras
horas de la vida:
fuiste la azucena cual el destino
me puso
ingenuamente en tu camino
recibiendo tus pétalos temblando,
las
caricias del aura bullidora
y el cáliz dulce en que guardas tus
penas...
Cuando
fijaste en mi larga mirada
de santa devoción tus dulces
ojos,
apartaste tu frente nacarada
teñida de carmín por los
sonrojos;
tu cara se agitó por un momento,
mis labios
suspiraron del contento.
También
me amó. Nunca yo amado había;
¿Cómo este ensalzamiento no
conocía?
Nuestros ojos fervientes se encontraron,
nuestras
almas piadosas se acercaron
con el lazo mágico que preside
el
destino entre las sombras del mundo,
y aquella gracia de vivir
decide
romperla sin un indulto profundo.
Pero
el amor es fruto delicado
que el viento limpio de la gracia
quiere,
y cuando el dolor del cierzo es helado
llega a su cara,
se congela y muere.
¿No es verdad? ¿no es verdad Madre del Prado?
¿por qué tan
raudo el desazón salvaje
Nos
apartó de la piedad que había?
¿Porqué tan pronto yo la noche
traje?
¡La negra noche llegó al morir el día!
¡Honrada
Madre! Entonces ignorabas
y yo también, lo que domina al
mundo,
la !Ambición! Y ciega no estimabas
que es
felonía, usura, pecado inmundo,
y que tu ánima casta y sin
mancilla
que amó como las vírgenes sólo aman
con amor
intenso, y con fe sencilla,
iba a hallarse sola y sin defensa
del
odio y la maldad en la tierra mía.
Querida
Madre: En los días inocentes
de nuestro amor, una sola
mirada
fue la dicha de los castos placeres
de nuestro corazón
ante la duda,
la sosegada y callada
franqueza,
la
fe en lo venidero y la confianza.
Cuantas
veces en noches silenciosas
contemplábamos juntos las estrellas
guiñando de la bóveda celeste,
como si nuestro amor
gozara de ellas;
o con el resplandor favorecedor
de la
fascinadora luna como
si fuera dicha y plácido
testigo,
o con las dulces brisas balsámicas
nuestros placeres
en que confiábamos
fueran
suspiros y palabras breves.
Hoy
sabes por qué sufrí Virgen María,
pues tú sentiste mi fervor
presente
y el desamor revuelve su pena fría
con los placeres
en la copa ardiente,
la turbación, la sombría indiferencia,
y
hasta en mi consiguió el odio impío
el antes cielo azul de la
existencia
convertirme en un hombre triste y sombrío,
y los
celos también..., duda maldita
que de tristeza eterna el alma
llena,
la corrompe, la ensucia y la envenena
y en la trampa
fatal la precipita.
Pasó mucho tiempo. Mustios seguimos
en
el mandato cruel del azar fiero,
opuestas sendas caminando
fuimos
sin amparo ni afán... Y bien, Señora,
¿Podremos sin
rubor mirarnos ahora?
¡Que guapa ha quedado la Virgen bella!
Tal
vez la seducción marcó su huella.
Yo...,
estoy tranquilo Madre querida:
Del dolor, los terribles
vendavales
pronto surgieron azotando el alma;
las tormentas
fueron descomunales...
pero hoy gracias, volvió a esa la
calma.
Prosigamos
Madre nuestro camino.
¿Donde ir?... El destino no sabemos,
¿Sabemos acaso cual es nuestro sino?
Hoy como siempre a
ciegas andamos,
ya que ni una luz de esperanza vemos,
con
nuestras dudas y penas marchamos.
Hoy comparecemos a
tus pies
Madre querida del Prado,
a reposar nuestras
edades,
a refugiarnos en tu
manto
y a pedirte que nunca
olvides
lo que de Vos siempre
esperamos.
Inestrillas, septiembre de 2014