A
ORILLAS DEL ALHAMA
Un
buitre de anchas alas en majestuoso vuelo
cruza
solitario el techo azul del virginal cielo,
sobre
los ásperos agros choca un sol de fuego
que
emana un suave olor a tomillo y a espliego.
Divisaba
a lo lejos, un monte alto y agudo,
era
monte Atalaya, que se yergue en los Agudos,
y
divisaba también sobre la parda tierra
harapos
esparcidos, del hombre que hace guerra
al
terrón, en busca de una buena siembra,
venciendo
el labrador a la indomable hembra
que
ha de entregarle los frutos en un hermoso día
tan
lúcido y tan hermoso como una bella rapsodia.
¡Cuando
llega la quebranta
también
llega la primavera,
la
abubilla canta en la era,
todo
al hombre se adelanta!
Los
recuencos grises por donde tuerce el Alhama
forman
meandros alegres de dulce son y de calma,
y
allí en el río alegre donde Inestrillas se baña
llega
al valle, allí su torre, la torre más riojana.
Cerrado
el horizonte y adornado por colinas
se
halla el monte Monegro repujado con encinas;
al
sur, desnudos peñascales y algún modesto prado
donde
las cabras pacen y el lobo es observado.
Pasan
taciturnos lacónicos pasajeros,
unos
vienen de por leña, otros jinetes y arrieros;
caídas
poblaciones, caminos sin mesones
asombrados
palurdos sin bailes ni canciones.
Alhama
miserable, ayer arrolladora,
se
cubre con andrajos, desprecia lo que ignora.
Ahora
vas abandonando el moribundo hogar
eres
como tu río…, ¡A morir en el mar!
Inestrillas,
24 de noviembre de 2019
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