LA
AGONÍA DE UN PUEBLO (elegía)
Desde
el campanario mudo de la iglesia
donde
el viento es el único sonido,
suena
un ¡hay! entre su longevo oído
lamento
de su más humana amnesia.
¡Oh
pueblo deprimido! ¡Oh quiebra atroz!
Cementerio
del recuerdo y la memoria
adonde
la voz se quebró en la historia,
heraldo
de un tiempo que viajó veloz.
Aquí
están los latidos de tus ruinas,
los
dulces madrigales amorosos,
los
amargos momentos clamorosos,
cosiendo
tus recuerdos con espinas.
Graznan
los cuervos en paredes muertas,
cantan
las chicharras escandalosas,
vuelan
buitres espiando sus despensas
y
las bisagras chirrían en las puertas.
Mueren
las horas y con ellas las piedras
sucumben
entre polvo sobre polvo,
mueren
tapias y paredes como evo
que
poco a poco esconderán las hiedras.
Y
te cubren zarzas, cardos y aulagas
que
llenan tus verdes campos de espanto,
tus
huertos que antes eran un encanto
están
vanos, y las casas con llagas.
Te
mató la ciudad, tu atroz hermana,
te
ha dejado morir tu gente impía,
gente
que de ti nunca fía gente arpía
que
en su vida no manda la campana.
Fantasma
lejano, grito en el campo
espacios
ya sin forma y sin tradición:
lugares
olvidados sin ilusión
no
hay nadie que te de un nuevo tiempo.
Pueblo
dormido en el breñal salvaje,
tus
anhelos son mis ansias, pueblo mío:
si
estás triste yo estoy triste como el río
y
si alegre yo lo estoy como oleaje.
Cortina
de montañas gigantescas
que
quisieran llegar a las estrellas
abrazar
una a una a todas ellas
como
genial pintura de arabescas.
Pueblo
escondido, seguiré tus huellas,
los
tenues ritmos de tus fuentes bellas,
seguiré
tus pasos hacia las estrellas
con
el canto alegre desde tu Inestrillas.
Inestrillas,
hoy todos los santos de 2019
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