A MI MISMO

Me intento convencer de mi torpeza 

con el placer de mi cabeza loca:

            mi juicio es a la vez luz y firmeza,                     
            calma y fulgor como la viva roca.

Parecido al andante peregrino,
mi futuro inmortal no mira el suelo;
no aprecio más que bruma en el camino,
sólo alcanzo a ver el fulgor del cielo.

Vacías están las figuras que entraña
tu espíritu de niña, templo oscuro.
La musa, como el oro en la montaña,
es cándido y, por lo mismo, impuro.

A través del torbellino que crispa,
y ansioso de lucir, vuelo o me arrastro,
gusano enamorado de una avispa
o lince seducido por un astro.

Difícil es que con constante orgullo
acentúes el lio en el que estoy metido:
yo soy arrogante, y al miedo arrullo,
llevo un escudo impenetrable unido.

Fiándome en el olfato que me empuja,
dura es la gravedad que me señalas.
"El ave canta aunque la rama cruja:
pues bien sabe para que usar sus alas”.

¡Deja que me acorralen con sus gritos!
¡Quiero garbo y donaire aunque me abrume!
La flor en la que chupan los insectos
es rica en variedad y en perfume.

El mal es la comedia de la vida,
la vergüenza, es trágica y descuella;
son las mas sapientes palabras de oro,
la noche que hace brillar la estrella.

¡Encender es quemar! ¡Numen encendido,
será el fuego voraz quien me consuma! 

El oro brota del cerro herido
y la ola nace con la blanca espuma. 

Del claro tesón del que estoy ufano
han de salir los embustes ilesos.
Hay hombres que cruzan por el pantano
y vuelven... ¡Yo soy un hombre de esos!

¡Con garra sufre mi fervor! La palma
nace en la orilla aunque el viento la azota.
La virtud es el náufrago del alma:
¡El vivo, se hunde; el cadáver, flota!

¡Libérate del ceño y arrúllame!
¡Alegra el corazón del que te ama!
¡Dijo Dios al agua del río: cántame!;
¡y a la orilla le dijo: desparrama!

Confórmate, mujer! Hemos venido
a este lugar de lamentos que acaté
como tú, la tórtola para el nido,
y yo, como un dios para el combate.

Logroño, 7 de julio de 2017