DE
ESCAPADAS Y POETAS
Las
noches tupidas del verano saben que la escayola que envuelve las
ramas rotas de los árboles se le llama remedio, aunque no lo sea.
Que esperamos a un ángel-paloma que diga a las rosas violetas,
valientes a los desertores, puras a las putas, estúpidas a las
monjas, sanos a los pecadores y locos a los poetas. Porque de todos
es bien sabido que para serlo, hay que estarlo, pero lo que nadie
sabe, es que sentirlo, sentir la loca carne de la palabra entrarle a
uno por los ojos y sanarle el alma y violarle el pecho hasta
arrancarle lágrimas doradas, azules y locas, locas de verdad, es la
bendición más alta que uno pueda desear en vida y eso vale más que
todo lo que tenemos, si no resulta ser iluminado con esta bella
enfermedad de locura nuestra, la de ser poeta.
Un
poeta nunca miente, porque la verdad nace en él.
Cada
suspiro que nace de él va a sus sus manos y la hace la palabra.
Un
poeta nunca calla, pues desde su silencio las palabras alimentan
bocas
sedientas de confundir la verdad por las calles.
Un
poeta no sobrevive, solo sobremuere
el
dolor es su combustible y la palabra su mejor aliada.
Logroño,
8 de enero de 2018
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