POESÍA
Y RELIGIÓN
De
los poetas, se sirvió Dios en el Antiguo Testamento para
revelar
a los hombres sus terribles justicias y sus inefables
misericordias.
Isaías, Jeremías, David y los demás profetas,
fueron
los poetas más sublimes que ha habido en el mundo.
Por
su inspiración fue anunciado a los hombres el beneficio de
Cristo
y preparado y allanado el camino que a él había de
conducirlos.
La Nueva Alianza, pactada por Dios con el humano
linaje,
no se obró sin intervención del mismo medio y forma de
la
poesía.
Los
cánticos poéticos fueron los medios de expresión de que se
sirvieron
aquellos a quienes Dios privilegió para cooperar en la
obra
más grande de su poder infinito. La Virgen Nuestra Señora
fue
la primera poetisa del Nuevo Testamento en aquel cántico
del
Magnificat, que es una de las más hermosas efusiones que
han
brotado de labios de hombre. Zacarías y el anciano Simeón
se
sirvieron de la forma poética para expresar el santo alborozo
que
inundaba sus almas a la vista de la realización del misterio
de
la redención humana.
Estos
mismos cánticos fueron habituales en los primeros
discípulos
de Cristo y en su divino Maestro, el cual usaba de
ellos
para orar y levantar el espíritu al Padre. Y cuando estuvo
ya
constituida la nueva iglesia, la nueva Jerusalén descendida
de
lo alto, la forma poética que había servido a David para
anunciarla
y profetizarla, sirvió a los predicadores y
pronunciadores
de ella para dar gracias a Dios por el beneficio
recibido,
para levantarlos del suelo de su terrestridad a las
alturas
del cielo y anunciar como ya realizado y venido al
mundo
lo que había visto en profética visión el real poeta.
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