DÍAS
DE FIEBRE (elegías)
I
Cuando
se repliega en si misma el alma
con
profundo dolor y con angustia,
turban
sus tristes y agrias soledades
con
el jaleo quebrado de la lucha.
Riamos
pues a la pobre y loca vida
que
va cavando sin cesar la tumba
y
nos invita al placer; cuanta ironía…,
con
esta dicha ingrata nos humilla.
Que
surja alegre la verdad dichosa,
que
ya vendrán la fama y la riqueza,
cuando
la tierra nuestro cuerpo cubra,
cuando
la parca nuestros ojos cierra.
II
Escuchen
los que tengan en el alma
la
oscura duda y la disculpa grave
y
hacéis, ante el rostro de la creación
de
la falsa calma, el cínico alarde.
¡Quítense
la careta! Es apremiante
que
esta comedia permanente acabe;
levantad
la frente que marcó el vicio
al
paso de la huella permanente.
Si
la virtud quema vuestras mejillas
y
el breve rubor quema vuestra sangre.
¡Fuera
la careta! La hipocresía
es
infame, ruin, rastrera y cobarde.
Subid
aquí: que la castidad os vea;
que
vuestra tremenda vergüenza espante;
que
el fulgor ilumine vuestra cara
y
la tralla desgarre vuestra carne.
III
Sobre
esta tierra solitaria y triste,
hermoso
rincón del suelo riojano;
cautivo
de romances que me asedian,
soy
de mis versos y fortuna esclavo.
Alguna
vez cuando mi pueblo llora,
llevo
al viento los sones de mi canto,
como
este sol que me ilumina tanto,
como
este río que me circunda, amargo.
En
esta tierra la inspiración se enfría,
y
el talento muere escaso de ideales,
el
sagrado numen extingue su luz,
y
sus cráteres agotan el calor
con
la robusta vibración del canto…,
que
se pierde como ecos funerarios,
entre
el suave murmullo de la tierra
y
el perenne relinchar de los ruanos.
Logroño,
22 de noviembre de 2017
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