TRAS
AÑOS DE COMBATES...
Tras
años de combates permanentes
quiero
caminar como antes,
junto
a la orilla de mi modesto río
que
tantas veces deseé a mis condenas
el
placer de sus arenas
y
la tranquilidad de su soto umbrío.
Corre
el agua cual nítidos cristales,
otras
náyades iguales
a
las que vi correr durante horas;
con
ese runrún flácido y doliente,
el
espíritu consciente
ve
a toda una mocedad que llora…
Alzan
sus brazos los nogales viejos
y
en los móviles espejos,
las
aguas reflejan su hermosura,
Girasoles
de flores amarillas
esconden
en las orillas
las
salvajes lianas en su andadura.
En
la contigua floresta en un hueco
se
oculta en el tronco seco
ruiseñor,
que al frescor de la alameda
daba
arranque a mi aspiración temprana,
obras
de Tirso Molina
y
los cantos de José de Espronceda.
Nada
cambia en este rincón tranquilo;
tampoco
el canto del grillo
que
en mis ratos escuché, aún persiste:
mismo
lugar y paisaje, no varía;
sigue
como aquel mismo día
en
que le dije me voy confuso y triste.
Si
estoy seguro de mí, ¿que me cuesta
si
al subir la dura cuesta
parar
con mis quimeras y equipaje?
si
conociendo mucho y bien el camino
soy
andante sin destino...,
¿qué
importa lo que me cueste el viaje?
Yo
arriba en lo alto, farola del hombre
que
relumbra en la alta cumbre
sobre
el mundo su calor sempiterno;
allí
abajo lo veraz: bruma oscura
que
recoge la negrura
de
los días y las noches del frío invierno.
Y
en la cuesta soy…, la fuerza que avanza;
tenacidad
que se lanza;
alma
que explora la lealtad perdida
y
se hunde en la oscuridad más densa
para
sentirse en la intensa
agitación
del afán de la vida.
¿De
donde soy? Que el pasado responda.
La
cueva es oscura y honda;
pero
la cima es grande ruda y clara.
Yo
soy de los que en la lucha perduran,
y
sin inquietarse esperan
el
triunfo o el fracaso cara a cara.
Mi
numen vacío que al gozo rehúsa,
fue
la lastimosa musa
frente
a todas las creencias turbulentas:
vestida
con el yelmo refulgente
siempre
caminó delante
y
entre las líneas elijo las rectas.
Entretanto
aquí está mi soto umbrío;
el
encintado de mi río;
en
la floresta un tronco abandonado;
el
tilo florecido y la corriente
que
aparecen de repente
como
símbolos vivos caducados.
Logroño,
otoño de 2017
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