EN
LA MEDIA LEGUA
En
la “media legua”, el agua espumada
rebosa
entre las piedras diluvianas,
al
tiempo que al sol brillan las manzanas
endulzando
mi boca sofocada.
En
un cerro hay casucha alargada
que
de lejos visualizo a menudo,
es
la atalaya del Alhama atada
al
tronco de un montículo copudo.
El
Oriente se enardece y colora
como
ópalo grandioso entre los chopos,
esparciendo
colores con la aurora
llenando
las riberas y los campos.
Una
victoria contraria a la letra,
un
enigma inviolable del idioma,
un
aquel hablar de los de Cervera
es
en el alma escénica, su tema.
En
ese juego de palabras gira
las
conversaciones breves que dura;
y
hasta el hendido pecho respira
olor
de la inocencia y la ventura.
¡A
través de la trágica Historia,
una
fragancia de vieja bonanza
asiste
al hombre, como una memoria,
e
igualmente como gran esperanza!
Y
al trote de un jamelgo enjuto y mocho,
un
moreno, ciñendo tez moruna,
camina
cantando alegre tontuna
con
aires de gaita y baile jarocho.
Y
en el momento sublime y la hora
en
el extenso esplendor matutino,
halla
el trinar en el ave cantora,
¡con
la trepidante trova del trino!
Como
si fuera obelisco pagano,
el
mulo gris en agudo altozano
mira
fijo a su dueño, ensimismado
en
rojo atardecer arrebolado.
En
la ventana del viejo molino
oblicuando
frente al serpentino río,
una
paloma en vuelo peregrino
se
alza entre las ramas del árbol sombrío.
Una
jovenzuela picaronaza
me
sorprende con su mirar y raza.
No
semeja mas que a una rapaza
a
juzgar por la inequívoca traza.
Infantil
por la edad y la estatura
elásticos
bultos de tetas duras
me
sorprende la avispada criatura
caída
al sol con ardientes apreturas.
Tiene
negro, y delicado cabello,
los
labios voluminosos y rojos,
de
garza real el garbo de su cuello
y
negros como la mora sus ojos.
Dientes
nevados, pulidos, enanos,
como
el coral enraizando que liga,
rememorando
en sus arcos los granos
del
maíz cuando aún es tierno en la espiga.
Su
nariz afiladica y bien puesta,
su
carne lujuriosa e impetuosa;
y
en su cara a calores expuesta
el
sol dará ocre y púrpura a la rosa.
Es
huérfana ignorante y muy creyente
sólo
busca en las estrellas el rastro;
cuando
es de noche imagina que siente
mil
besos entre los lienzos del astro.
La
zagala se turba empinada
alocada
con la fiebre del celo,
lanza
un suspiro de gusto y anhelo
quedando
en el prado abandonada.
La
luz convierte las aguas a espejos;
y
en el pozo azul no hay éter ni ruidos
cabrillea
con prolongados reflejos,
que
ciega los ojos causando vahídos.
Y
un borrego ocre con gran cornamenta
de
amplias melenas de mierda cubierta,
en
el pozo largo a la oveja sedienta
copula
con ansias, deseo de tienta.
El
sitio es ingrato, fétido y tosco.
El
cardo, los abrojos y la ortiga
progresan;
el aire huele a boñiga,
y
el zorro se agita y hostiga el mosco.
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