CONFIDENCIAS
A UNA ESTRELLA
Avanza mi blanca estrella,
yo
siempre te veré bella,
aunque
tú te sientas triste,
a
tu paso dejas huella...,
por
el cielo azul celeste.
Hoy
vengo feliz mi amor,
sin
el dolor que antes venía;
siempre
veré en ti el primor
enlazado
a tu resplandor
y
tu frente, frente a la mía.
Cruzando
por ese cielo,
das
con tu fulgor la calma;
paso
yo por este suelo,
llevando
con mi desvelo
todas
las sombras del alma.
Dame
siempre tu luz bella;
mi
ánimo está sin amor,
me
deslumbrarás estrella,
si
pones en cada huella
remedio
para mi dolor.
¡Tierno
amor! ¡grata inocencia!
¡Guía
blanca! ¡Manía hiriente!
¿Por
qué burlas la existencia,
si
una robusta vivencia
va
envejeciendo tu frente?
¡Aquellos
felices años,
aquel
encomendarse a Dios,
sin
cosechar desengaños,
en
esos goces extraños
sin
enloquecernos los dos!
Toda
tu faz y destello,
el
alto faro alumbró;
¡qué
dulces sueños aquellos,
envidiables,
tiernos, bellos,
para
siempre se quebró!
Pensaba que al final del día
por
estos lugares vendría,
jamás
como antes lo hacía,
aquella
estrella que fue mía,
con
otro astro se marcharía.
¡Cuanto
amor, cuanto embeleso!
Suspirando
por complacer,
dejaste
en mi rostro un beso;
por
eso amada, por eso
no
te volveré más a ver.
Y
ahora, fiel y amorosa,
pone
en otro ojos fijos.
¿Pondrá
boca cariñosa
la
dignidad de la esposa
para
besar a sus hijos?
Son
sus rayos blanquecinos
candil
y calor de hogar;
arrima
nuestros caminos,
y
a nuestros ojos divinos
favorecen
al caminar.
Si caminas blanca estrella,
por
el cielo azul celeste,
no
dejes ninguna huella...,
así
te veré más bella,
y
no me verás tan triste.
Tu
que escuchaste el canto
de
mi primera admiración,
compartirás
mi quebranto,
ilumina
el agrio llanto
que
brota en mi corazón.
Logroño,
20 de diciembre de 2015
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