PARA
ESE DÍA
Morir
quisiera al agotarse el día
en
mi valle amado y mirando al cielo,
donde
parezca un sueño la agonía
y
mi alma el ave que remonta el vuelo.
No
quisiera oír en esos instantes
entre
rosales, cielo y amapolas,
ni
voces ni plegarias sollozantes,
solo
el dulce canto de las aves solas.
Morir
cuando la luz, su luz retira
en
las doradas redes de la onda verde,
y
ser como el sol que tardo respira:
algo
refulgente que se pierde.
Extinguirse
antes de que se destruya
el
tiempo etéreo de la noble corona,
cuando
la vida dice... “Aún soy tuya”,
y
aunque, entendamos que nos traiciona.
Logroño,
8 de enero de 2016
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