FRENTE
A TI
Siento
el rozar de tu ropa,
tus
pasos turba el misterio,
pasas
rozando mis brazos
y
estoy en tu cautiverio.
Eres
la misma de siempre,
esbelta,
lozana y gentil,
negros
y brillantes ojos,
alegres
como el mes de abril;
suave
y estirado el cabello,
leve
arrebuja tu rostro,
y
en mi oído musitabas
con
un gemido y un llanto;
yo
te respondí en voz baja
mientras
tus manos temblaban,
las
estreché entre las mías
al
tiempo que me mirabas.
¡Nada
cambiaron tus ojos,
siempre
me observan tranquilos,
me
buscas como a un hermano,
fría
en mis tiernos halagos!
Tampoco
cambió la luna
arrastrando
sus reflejos
a
través de las persianas
de
los balcones abiertos;
ahí
la mesa en que cosías,
allá
el cuadro del abuelo,
allí
tu sombra y mi sombra
frente
al cristal del espejo.
Todo
es lo mismo: te miro...,
y
al mirarte ya no tiemblo,
cuando
tu me miras sueño,
y
sueño que dentro de mi
algo
importante se ha ido.
Siempre
que oigo las campanas
siento
que tocan a muerto,
aunque
estén tocando a gloria,
aunque
toquen un concierto.
No
te miro como antaño,
ni
por las noches te sueño,
ni
te encuentro pavorosa
ni
con aspecto risueño.
Hace
un tiempo en que venías
recogiendo
tu cabello,
con
tu bata azul turquesa
y
dulces ojos de cielo;
aplique
oscuro en la mano,
collar
de perlas al cuello,
sonrisa
tierna en los labios
y
blanco azahar en el pelo.
No
me agito al contemplarte
ni
te distingo si sueño,
se
ha borrado tu imagen
entre
cortinas y el lecho.
Todo
queda solitario.
Todo
queda negro, negro.
Mi
alcoba ya no es alcoba
mi
alcoba es un cementerio.
La
tarde se va muriendo,
mi
corazón confundiendo,
busque
la flor de tus besos
entre
las flores del huerto
y
con mis manos convulsas
las
oprimí contra el pecho;
miré
luego en torno mío
y
al mirarme me di miedo...
Perdóname
si te digo...,
nunca
más, ya no te quiero.
Logroño,
23 de enero de 2016
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