RECUERDOS
DE MI VALLE
(epístola)
Mis
mayores todos fueron agricultores;
durante
toda su vida en los campos
vieron
nacer y morir el día, morir
y
nacer la noche; preparar aperos,
el
aladro (arado), la yunta y rasgar
la
tierra yerma, labrar, sembrar,
segar…,
acarrear, trillar, aventar,
parvas,
trigo…, poco para todo el año;
los
alegres juegos de niños fueron la dicha
de
mi primera edad: mis padres muertos,
mis
amigos…, muchos ya se fueron, ¿Oh,
queridos?
¿donde estáis...?
Mientras
en el campo cantan alegres
ruiseñores
anunciando un nuevo
y
radiante día y sabios corrompidos
vociferan
ultrajando las bondades
que
el Señor nos ha concedido.
¡Oh
necios! ¿No sabéis que en lo más
alto
del firmamento está el sol y por
encima
de este la Divina Providencia…?
Hoy
en este estrecho y largo Valle del Alhama,
desnudo,
yermo y seco, clama por ver el frescor
en
sus huertas; huertas que dieron sus mejores
frutos
por esas manos rugosas y encallecidas
de
aquellos hombres que la amaron, hoy se
han
convertido en prados y juncales por falta
de
esas manos que la acariciaron y mimaron,
esperan
se les devuelva la vida y el frescor
que
antaño tuvieron.
El
río pasa risueño derramando por su cauce
su
canturreante germinar, llevando la vida a otras
tierras
que con más suerte sentirán sus caricias;
alzaran
su frente miles de árboles cubiertos
con
sus verdes trajes saludando con el dulce
mecer
de la brisa… Y mientras esto ocurre,
al
final del valle el río se fundirá en un interminable
abrazo
con su padre Ebro.
(Epístola
renacida.) Inestrillas, otoño de 2017
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