sábado, 1 de febrero de 2020

AL SANTO CRISTO DEL PERDÓN

Señor: yo, siempre fui hijo
de vuestra gloriosa madre,
de vuestra casa celestial,
de vuestra egregio linaje,
fui clamor al ronco viento,
tosca brocha al frágil lienzo,
aquella con suave rumor
y este sin gala y sin don;

Yo, que con vivas lealtades
por motivos fraternales
accedí de siglo en siglo
a vuestros rancios anales,
último fui en llegar a vos;
y si acosado llegare,
la nobleza y el respeto
disimulé en lo cobarde.

¡Qué dolor tan abismal, qué apenada amargura!
No hallar en el camino una flor ni un cariño,
y sentirme al comenzar la jornada más dura,
con la razón de viejo y mi corazón de niño!

¡Que mi convencimiento haya sido vencido
por la empedernida animadversión del cielo!
Y el llanto de sentirme cobarde y abatido
en el desistimiento de nuestro noble anhelo.

Bienaventurados en realidad los que ignoran;
pues, si hay que reír, ríen, y si hay que llorar, lloran
con la precipitación de su santa ignorancia
y como si el alma fuera retornada a la infancia.

¡Solo anhelo ser siempre igual en dichas y males,
y vivir la melancolía de los días iguales!


Ricardo Lalinde López

Inestrillas, 1 de febrero de 2020