martes, 29 de enero de 2013





 LA DULCE INFANCIA

Entre paredes de piedra,
adobe y madera blanda,
asentábase mi casa
allá abajo en la solana,
y cuando mi padre llegaba
de terminar la jornada,
mi madre lo saludaba
con un beso y fresca agua,
y al calor de la lumbre
contábase la jornada
con palabras cariñosas,
con mil amores del alma.
Entre cuadras y corrales
y aperos de la labranza,
llevábanme los quehaceres
en mi cuerpo y en mi alma.
En un rincón de la casa,
al calor de la hojarasca,
pasaba duros inviernos
llenos de nieve y de escarcha.
Cuando llegaba el verano,
a la fresca de la estancia,
acomodado a la sombra
pasaba la tarde en calma.
Recuerdo mi dulce infancia
asomado a la ventana,
observando a las gallinas
cómo la tierra escarbaban.
Feliz mi madre miraba
cómo crecía mi infancia,
alegre estaba mi madre
cuando mi padre llegaba.
En las mañanas de invierno
en la solana nevada,
mi padre paraba cepos
y algún conejo cazaba.
Yo aprendía de sus mañas,
él sus trucos me enseñaba,
y las manos medio heladas
en las suyas calentaba.
Con la nieve que caía
hacíamos grandes bolas,
que en las frondosas higueras
quedaban depositadas.
Al llegar la primavera
vestían de verde oscuro,
más tarde, en el verano,
el fruto estaba maduro.
Por la mañana temprano
antes que el sol se asomara,
mis padres se afanaban
en avanzar la jornada.
El día era caluroso
y el sol nada respetaba,
había que madrugar
para esa dura jornada.
Yo y mis juegos de niño
con amigos por el río,
buscando moras y peces,
jugando a nuestro albedrío,
y al subir a la montaña
hacia la Virgen del Prado,
parábamos en lo alto
observando el valle amado,
y nos sentíamos grandes,
ante un valle estrecho y largo,
donde se paran las águilas
dominando el infinito.
Cuánta vida disfrutada,
cuánto respeto y que miedos,
cuántos sueños se atesoran,
cuánta esperanza y desvelos.
En la cueva “siete y media”
subíamos a escondernos,
a contar nuestras venturas
y a soñar como guerreros.
Cuánta ilusión se acumula
al sentirte un hombrecito,
cuando te sientes mayor
siendo tan solo un niño.
Y los años van pasando…,
y los padres se hacen viejos;
la responsabilidad te agobia
porque la juventud ha muerto.
Y aquellos niños felices
hoy son hombres por derecho,
se cargaron de quehaceres
y cuidan hijos y nietos.

Este es uno de los poemas que irá incluído
en mi proximo libro de "PROSA Y VERSO".


domingo, 27 de enero de 2013


         LA AMÉ FURIOSAMENTE

La amé furiosamente, la amé deprisa,
tan deprisa que creí volverme loco,
la amé nuevamente más deprisa,
y pensé que la había amado poco.

A amarla volví cuanto pudiera;
quise morir loco de amor, tan fuerte
que lloré de rabia porque quisiera
que ella me amara hasta la muerte.

Pero ese amor no fue sincero
y por él lloré hasta el olvido,
todo llegó y se marchó en un suspiro
dejando mi amor roto, triste y dolorido...

Y llegué a la sincera conclusión
de que el amor no es cosa seria;
hay quien ama por ambición,
mezclando la burla con la comedia.

viernes, 25 de enero de 2013


           ODA XIX
      (Los muros del Prado)

   De amor y recuerdos ansioso,
a tus santos muros llego
para saciarme en tu paz
y refugiarme en tu pecho; 
para beber tus caricias,
para sentir tus ejemplos,
para confortar mi alma
y fortalecer mi cuerpo.
   Quiero ver estos lugares
empapados de recuerdos,
quiero contemplar la casa
donde viví con mis viejos;
donde mi madre cantaba
al despertar la mañana,
donde mi padre gustaba
de traer el pan a casa.
   Mientras me oculto en tus muros,
mientras descanso en tu seno,
quiero que seáis palomas
de mis cantos somnolientos,
del susurro de la fuente
donde bebieron mis viejos,
y el suave silbar del viento
hagan que del otro mundo
me olvide por mucho tiempo.

sábado, 19 de enero de 2013


                      SOY…

Carne angustiada, oscura ventana de melancolía,
agua que llega del cielo con firme temblor,
copa que no supo henchirse de sabiduría
ni abrirse camino al placentero sendero del amor.

¡Ojos que no valieron para observar la expiración,
boca que no ha pagado las dulces caricias de amor!
Manos como alas cercenadas que no consiguieron
alzarse en el vuelo del más  resplandeciente esplendor.

Planta errante e inestable, temerosa ante el abrojo,
remisa al rudo trayecto, esquiva al culto del placer,
¡ rodillas que por dicha no clavó ante su altar bermejo
y la pesadumbre que no ha alcanzado a vencer!

Garganta quebrada del estimado lamento
que desnuda la carne de la última consternación,
¡lengua como pedernal al dulzor manifiesto
de la realidad postrera dormida en la exaltación!

Manojo de caducas flores secándose a la sombra,
manantial oculto que nunca sació a un humilde ser,
pradera que no ha sabido florecer en su verde alfombra.
¡ parte de la muerte que no deseamos ver!



       

domingo, 13 de enero de 2013


ODA XIV

FRENTE A LAS RUINAS DE CONTREBIA LEUCADE)

   Entre Alcarama y Monegro pasan
negras nubes; el solano del Moncayo
sopla húmedo; las altas montañas
se alzan nevadas, todavía es mayo.  

   Un caminante sentado en el verde
prado, lee viejas historias celtíberas,
algo sobre estos muros que delatan
al cielo y a los siglos sus guerras.

   Se lanzan en bandadas contra ellas,
apiñados, negros, firmes graznares
de cuervos, donde se alzan las murallas
contra los asaltos más audaces.

   El violento bando amenazante
parece repetir pasadas épocas guerreras,
¿por qué provocáis?, de Inestrillas llegan
  graves voces de campanas.                            

   Pasa envuelto en ropa un campesino;
pasa cantando entre álamos y huertas
sin querer mirar; ¡qué terribles luchas!,
¡qué valerosas gestas!

   Va cayendo la tarde, vengo caminando
desde Abuelas a Inestrillas, desde lo alto
contemplo la sombría ciudad en la ladera,
bondadosa de sol, voy murmurando...

   con voz grave y solemne un viejo canto.
¡Óyeme, Contrebia! ¡A estos mezquinos
hombres desalójalos de aquí con sus
maldades! ¡Este lugar es sagrado!                            

        Contrebia descansa aquí. En el Alhama,                 
su cabeza está posada en la montaña;
sus brazos, extendidos por las lomas;
sus espaldas llegan hasta Cruña. 

   ¡Ay, quién te viera Contrebia, fúlgida
y entre bonanzas, al pueblo célebre
divulgar... “Hasta aquí llegó Roma
defendiendo su derecho y su nombre”!

   Pasaron los tiempos oscuros y afligidos
como los buitres pasan por el Alhama,
y surgí anunciando: ¡Contigo están
tus muertos y tus dioses!, ¡oh Roma!

   Aún hoy, el río ondulante pasa entre
cerros sombríos, susurrando el fresco
aroma de tomillos, espliegos y romeros
que lleva a lo lejos el cierzo.          

   Aún hoy, pastan sobre ti, ¡Oh Contrebia!
en el lánguido atardecer los lentos rebaños;
y en las aguas del Alhama sumerge el zagal
a la sombra su torpe tropilla con engaños.

    Negras nubes humean sobre Alcarama;
verde, austera, grande desde su anfiteatro
circular de montes, la Umbría mira el largo
y estrecho valle nuestro.

   ¡Umbrías verdes, salve! ¡Y tú Alhama,
de estas fontanas la diosa! ¡Aún late
en mi pecho la antigua patria donde
los dioses celtíberos airearon mi frente!

                                      (De mi libro de Historia "Memorias del Alhama")

viernes, 11 de enero de 2013


          A MI MADRE  (Elegía)

Inestrillas…, aldea llena de paz y de sol;
canta tu corazón mientras me alejo
poco a poco por tus caminos,
por tus cerros y por tus valles;
cantan los poetas, los cercanos
y los más distantes.

Inestrillas, nido de madres que esperan
el retorno del más noble sol que florezca
en sus pupilas…
Hoy quiero hablar con mi madre…,
mi madre querida, la que tanto me dio,
la que inmensamente me quiso y protegió.

Querida madre…, camine a mi lado,
quiero que me cuente cosas del pasado…,
las tuyas, las mías, las que has olvidado.
Aquellas cosas bellas y humanas de antaño
cuando con mi padre ibas de la mano.
Aquellos bellos días de risas y halagos,
los días felices que viví a tu lado.

Observo tu pelo gris plateado
y en él se reflejan los años pasados,
tus muchas arrugas testigos del tiempo…,
cada una conoce su amor y su dueño.
Mi querida madre, ¿Cuál será la mía?
Sírveme otro abrazo, con esas manitas
y con esos brazos,
con las que un día tú me acariciabas,
las que me mecían, las que me arropaban,
las que me lavaban, las que me peinaban
las que mi ropita cosía y limpiaban…,
hoy están cansadas, y tímidamente
recorren mi cuerpo temblorosamente,
tus ojos cansados han perdido el brillo,
esos ojos puros, esos ojos limpios…,
plenos de esperanzas, colmados de llantos.
Ellos descubrieron mi alma angustiada,
mis luchas secretas, mis penas, mis ansias,
mis silencios rotos…

Tú siempre entendiste la lengua del alma,
la que hoy utilizo para hablar contigo,
la que siempre ayuda a contar congojas
que salen de dentro, que están en las sombras,
que vienen del cielo, que saben a gloria.
Te veo encorvada, te veo pequeña,
tus pasos son cortos, te veo agotada…
Pero eso no importa…, importa tu obra,
la que queda hecha, cumpliste del todo
¡eso es lo que importa!

No apresure el paso, ya no es necesario,
ya todo está hecho, la mesa está puesta,
la ventana abierta y el sol manda un rayo
de amor y pureza, y le traigo flores de esa
nuestra huerta, de las que le gustan, rosas
y violetas…, y, tú, que entendiste de plantas
y huertas, córtale unos tallos para tus macetas.

Vamos a la mesa, que todos te esperan,
hoy serás la reina del día y la dueña,
aquí estamos todos, alcemos la copa,
vamos, madrecita, que la vida es corta.
Siéntate a mi lado…, cuéntame tus cosas;
sigamos hablando cosas del pasado…,
son cosas bonitas…, son cosas hermosas…


A esa gran mujer que fue mi madre, la que
fue mi faro, guía y ángel de la guarda.

jueves, 10 de enero de 2013


VOLVER A LA QUIETUD DEL PUEBLO

  Aún no hace 15 días que dejé el pueblo y ya estoy de nuevo, sumergido en su tranquilidad y sosiego, aún más si cabe que hace unos días, cuando por estos lares se encontraban bulliciosos jovenzuelos que rememoraban tiempos pasados, tiempos de jolgorio y de inquietud; hoy el pueblo es un mar tranquilo, un lugar de placidez y de relajamiento.
  Cuando he llegado esta mañana eran las 9,35 del día 10 de septiembre, en la radio, por el camino, venía escuchando los sucesos de aquel 11 S, y se me antojaba ¡Qué barbaridades ocurren en las ciudades! y al bajar del coche me llegó a la cara una ráfaga de aire puro con el saludo de unos vecinos que con languidez y sin prisas iban a sus quehaceres, al verme me pareció que se olvidaban de sus  labores, pues se liaron conmigo en una amigable conversación de la que parecía no tener ninguna prisa de dejarla; ¡había llegado al pueblo! ¡A mi pueblo!, aquí no hay prisas, aquí no hay ruidos, aquí no te sientes agobiado, el río pasa lánguido y monótono, el movimiento de las hojas de los árboles son relajantes, la sombra en la alameda elimina el agobio del calor..., pues hoy dicen en el pueblo que pasaran de los treinta y pico grados..., no se pillan los dedos en el número de grados que va ha hacer, pero dicen que ayer pasaron de los 34 grados.
  El caso es que después de las vacaciones aparece el pueblo como es, casi despoblado, pero llegas y no te encuentras sólo, los pocos vecinos que hay y algún que otro veraneante despistado como yo son suficientes para formar coloquios y charlas, eso sí, sin ruidos, sin gritos, sin riñas y con mucha familiaridad.
  Me encuentro con mi pariente Juan Pascual y nos enzarzamos en una conversación de esas que es difícil olvidar por muchos años que pasen y mientras la testa esté en su sitio. Hablamos de el “Nanica”, te acuerdas de Esteban..., me dice,  Estaban el Nanica decía que tenía catorce hermanos y que todos se apellidaban igual, ¡Que casualidad verdad, pocos casos como este se dan, decía aquel bendito!  Era un hombre pequeñito, lánguido y con pocas luces, pero era de esos que ya no se ven..., dulce, tierno y buena persona, demasiado buena diría yo; durante el tiempo que fue cabrero poco se sabía de él, pero después cuando dejó el ganado y se unió a la población comenzaron las bromas. Vivía con su hermano Francisco en el palacio del Marqués González de Castejón, por eso también les apodaban a ambos hermanos “los palacios” y como en todas las familias siempre hay un listo y una oveja negra, aquí el listo era Francisco el “tartaja”, jamás dio un palo al agua, vivía de su hermano el Nanica.
  Este buen hombre siempre fue el entretenimiento de muchos y la risa de otros muchos, contaba sus cosas con total ignorancia, sin malicia y con toda la ingenuidad del mundo, por eso cuando llegaba la cuaresma los ojos de los mozos estaban puestos en él y seguro que haría de sardina, esa fiesta medieval del entierro de la sardina. También le hacían creer que al vivir en un palacio venía de gente noble y que por lo tanto era más que Marqués y le hacían ver su nobleza de tal manera que se lo creía y hasta se regocijaba. Otra insistencia era la de los catorce hermanos que por casualidades de la vida todos, todos, se apellidaban igual, esto se lo hacían repetir constante mente. Cuando iba al barbero decía que iba a que le lavaran la cara, pero el barbero no le afeitaba sino iba bien aseado por lo que lo mandaba al río a lavarse y éste se metía en el río para salir bien limpio, y salía como un pollo.
  Total que volver al pueblo es resucitar nobles recuerdos, saltarse los atascos de la ciudad, respirar el aire puro y descansar como decían los viejos, ¡He descansado como Dios! 

jueves, 3 de enero de 2013


SALMO A INESTRILLAS

¡Oh Inestrillas milenaria!, descansada
en el plácido valle del Alhama;
coronada por la roca que es tu alma,
y regados tus pies por la cascada.

El furor del combate en las murallas
y el frío chocar de fiera lanza,
fue labor tesonera de una raza
que la paz conquistó en duras batallas.

Es la huella elocuente que la historia
en ti dejara, insigne y reforzada
cual hitos estelares de una gloria

firmemente querida y ocupada...
Eres gesto que sacia la memoria,
eres raíz honda y cara alzada.

    SABOR A TIERRA

Un concierto de arados y azadas
y un penetrante olor a semillas,
labrar la tierra a grandes zancadas      
y pensar en julio dorado por ellas.    

Gotas de sudor corren por su frente,
mil sonrisas  pone en los trigales; 
el corazón henchido de ilusiones
toda una vida luchando sin límite.

Un guerrero de la tierra sin freno,
por el sol el agua y el frío torturado
en los campos sembrados de centeno.

Un lenguaje rudo y algo huraño
por los días agarrado al arado;
¿nos llegará la cosecha este año?.

        LAS CAMPANAS

Cuando despierto por las mañanas
y el sol brilla por el naciente,
o cuando el arrebol del poniente
viste al cielo con mil filigranas,

qué alegres suenan las campanas,
quebrando su voz y dando ambiente
con tono suave o estridente          
o con murmullos de músicas lejanas...

En lo alto de la torre junto a nidos,
cantan himnos con magníficos tañidos
arrullando a los polluelos en sus píos;

campanas de la torre, no me olvido
las veces que escuché vuestros latidos, 
¡que no cese vuestro vibrante sonido!. 

      LA AURORA

  Entró la aurora por mi balcón,
soñando estaba en mí fantasía,
y fue tan fiel en su compañía
que dejó en mí toda su ilusión.          

  Latente fue su fábula y consejo
y aún más puro fue mi despertar,
que con todo fulgor vino a acariciar
la gracia que dejó en su cortejo.

  Mientras, las sombras estaban en pos
de su admiración y su reposo,
la verdad era todo un asombro;

  aquella mañana que vino de lejos
respiró con un largo e intenso
reflejo que en lo más profundo vibró.