martes, 28 de julio de 2020


CONVERSIÓN DEL PECADOR A LOS PIES DE UN SANTO CRISTO CRUCIFICADO, PIDIENDO LA SALUD DEL PUEBLO APESTADO

                    Oh Tú, Padre de las luces,
altísimo luz eterna,
de cuyos rayos el sol
participa un rayo apenas;
causa de todas las causas
y sabiduría inmensa,
que en la gloria de ti mismo
sin principio ni fin reinas;
Tú que de la nada hiciste
esa fábrica estupenda
del universo, que incluye
cinco zonas y once esferas;

Dios, a cuyo nombre santo
calma el viento, el mar se enfrena,
los ángeles se estremecen
y los serafines tiemblan;
centro de misericordia,
abismo de providencia,
epílogo de justicia,
tribunal de recompensa;
Tú que, amándote a ti propio
como a la cosa más buena,
amor, amante y amado
es todo una cosa mesma:

Un resplandor y tres rayos,
una luz y tres lumbreras,
un Dios y tres veces santo,
tres personas y una esencia;
oye, Señor, oye, escucha
con más que humanas orejas
del pecador los suspiros,
las lágrimas del que peca.

Dios fuiste siempre y, sabiendo
con sabiduría eterna
cuanto es, ha sido y será,
quisiste hacer experiencia
de los trabajos humanos,
pirática que se reserva
solo al que nace a morir
y muere desde que empieza,
hasta que, haciéndote hombre,
experimentaste penas,

padeciste hambre y cansancio,
lloraste humanas miserias,
oíste oprobios y injurias,
sufriste agravios y afrentas,
toleraste desafueros,
perdonaste inobediencias.
¡Oh extraño efecto de amor!
Obra heroica, heroica prueba
de piedad, para que el hombre
al mismo Dios reconvenga.

Pues, Señor, si esto es así,
aplica el rostro a mis quejas,
no tape oídos de Dios
de mis pecados la cera.
Por mí perdiste la vida
y, aunque la culpa me afrenta,
lavada con sangre tuya,
lo que fue mancha es nobleza,
lo que fealdad, hermosura;
lo que esclavitud, tutela;
lo que desgracia, ventura;
y luz, lo que fue tinieblas.

Yo soy, en presencia tuya,
vil gusano de la tierra:
ni el parentesco me anime
ni el favor me ensoberbezca.
Pero en medio de mis culpas
quiere tu amor que me atreva
a pedir misericordia,
aunque yo no la merezca.
Bien sé que, por mis maldades,
bien sé que, por mi insolencia,
cruje tu brazo el azote,
fulmina el rayo tu diestra.

Deshonestidades mías
no dan lugar a que vuelvas
el rostro. Justo es, Señor,
que, aun de mirarme, te ofendas:
el contagio de mis males
inficionó tus ovejas;
yo ocasioné en tu rebaño
las landres y pestilencia;
yo solo soy el perdido,
yo, el rebelde, el anatema
que, olvidado de tu nombre,
solo adoraba en mi hacienda.

Yo inventé el logro y la usura,
yo profané tus iglesias,
yo deseé carestías
teniendo mis trojes llenas;
yo no me dolí del pobre
que, hambriento, llegó a mi puerta;
yo enriquecí con su sangre,
del sudor suyo hice rentas;
yo apetecí las venganzas,
yo las conseguí por fuerza
atropellando al rendido,
cuando perdonar debiera.

De la sustancia del pobre
labré casas, compré tierras,
fundé ricos mayorazgos,
gocé injustas preeminencias,
alcancé cargos y oficios,
títulos tuve y prebendas,
pero también soy, Señor,
quien estas culpas confiesa.
Basta ya, Señor, la ira;
merezcan, Señor, merezcan
las lágrimas, pues no vale
en tu reino otra moneda.

Descerrájense esos cielos,
abra tu piedad las puertas,
pues del pecador el llanto
es una arrojada piedra,
que, hiriendo el costado tuyo,
a la aldabada primera
volverá a brotar la herida,
agua y sangre de clemencia.
Sea antídoto divino
tu sangre contra la fiera
calentura pestilente
que tanta vida atropella;

serpiente, ya de metal,
penitencia serpientes arrastrando”
puesta en la cruz, te venera
todo aquel pueblo, sanando
de mordeduras violentas.
Y hoy que hombre y Dios te adoramos
mayor derecho nos queda
para sanar de la herida
que hasta los aires enferma.
Piedad te piden los hombres,
por la salud clamorean
estas campanas con alma
y estos metales con lengua.

Tú eres salud, Tú eres vida,
a Ti los hombres apelan
de Ti mismo; no permitas
que tu familia perezca
o, asido de aquestos clavos
que rompen sagradas venas,
refrescaré las heridas
con el dolor de mis quejas;
porque bien sé yo, Dios mío,
que para contigo pesa
más una lágrima sola
que infinitas culpas nuestras.

Del peso de cruz me valgo,
donde, las balanzas puestas,
la de la misericordia
ocupa la mano diestra:
de ella he de sacar la gracia,
un pecador carga en ella.
Padre, Señor, Dios, amparo,
mi fe a mis culpas exceda,
que, aunque mi castigo es justo,
padecen, Señor, a vueltas
muchos inocentes, muchos,
que hacia el pecado no aciertan.

La salud del pueblo todo
por mi ocasión no padezca,
sea yo solo el apestado,
pues yo te ofendí, yo muera.
Castiga, Señor, mis culpas
para que de esta manera
prevalezca tu piedad
y el malo no prevalezca.


LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE
El ser humano puso nombre a las cosas. Al hacerlo, es como si las dotara de una realidad distinta a la primigenia. De alguna forma pasó a poseerlas. A través de esa nominación, pasó a estudiar la naturaleza, el conjunto de seres con los que se iba encontrando. Los más cercanos y los más lejanos, como los astros que veía en el cielo al alzar su vista.

Encontrar guaridas naturales donde pasar la noche y defenderse del frío, de la lluvia y de animales peligrosos, tuvieron que ser preocupaciones habituales, elaborar alojamientos transitorios con esos fines era lo natural y esto también ocurría en el farallón de Inestrillas, hasta que en su evolución acabaron por construir poblados ya más definitivos como tapiar las cuevas bajas de los roquedos o construir nuevos asentamientos en forma de chozos.

Eran omnívoros. Primero recolectores crudívoros: frutos, insectos, gusanos, huevos de aves, pececillos… Luego, al descubrir el fuego, se convirtieron en cazadores, persiguiendo animales herbívoros, de cuya carne se alimentaban y con cuyas pieles se taparían.

En ese proceso se hicieron pastores. Rebaños de ovejas y cabras, les proporcionaban carne, leche y lana. Necesitaban pastos, por lo que se tornaron nómadas. La domesticación del lobo, convertido en perro guardián les serviría de ayuda en esas tareas.

Otra etapa en la historia del pueblo fue el descubrimiento de la agricultura. ¿Fueron mujeres sus iniciadoras?. Con ello el sedentarismo se implantó en varias áreas de la tierra. En torno a ríos, empiezan a surgir civilizaciones importantes. Hay excedentes en épocas de abundancia y hambruna en las de sequía. Una progresión social surge y comienza el comercio entre unos pueblos y otros.

Se inventa la escritura y aparece la contabilidad que junto con el dinero facilita el comercio, mejor que el trueque de unas mercancías por otras.

Esas actividades humanas empiezan a alterar la naturaleza. La quema de matorrales para facilitar los pastos. Las alteraciones del terreno por las labores agrícolas. Los canales de riego, las talas de árboles, el arranque de piedras y su acarreo para la construcción de las primeras ciudades.

Pasaron los siglos y las alteraciones fueron en aumento. Un genio de la construcción aparece, se llama Roma, obras de calzadas, acueductos, templos, coliseos, teatros, cloacas, puertos se abren ante nuestros ojos.

La Edad Media europea sigue sus pasos: los templos prerrománicos, románicos, góticos suscitan todavía nuestro reconocimiento. Como los viejos burgos amurallados, impactaban en la vida de la naturaleza, pero de una forma limitada. La forma de producción, superada la era esclavista de los imperios, era mixta: siervos al servicio del señor feudal -civil o eclesiástico-, campesinos libres con sus pequeñas propiedades y bienes comunales, artesanos agrupados en gremios en ciudades celosas de su autonomía.

Pero poco a poco en la baja Edad Media iba a surgir otra forma de producción: el capitalismo. Fue una revolución que pretendía convertir en mercancías el trabajo humano, la tierra y el dinero.

Los resultados saltan a la vista de todos: cambio climático, destrucción de la biodiversidad, contaminación del aire, la tierra y de ríos y mares, agotamiento del agua dulce…Los grandes intereses económicos lo niegan cínicamente, y en esas estamos…

Ahora ha comenzado una nueva era económica, social y política, se llama CORONAVIRUS o COVI19.
¡Que Dios nos asista ante esta nueva y grave situación!

Ricardo Lalinde López / 23 de julio de 2020














RESIGNACIÓN Y ESPERANZA

Vivimos tiempos difíciles. Más bien calamitosos y con augurios de negros nubarrones en el porvenir. Desigualdades inmensas, cambio climático y una pandemia como nunca conocimos. Los grandes dirigentes -económicos, políticos y científicos...- o los ignoran o los niegan, sólo miran por ellos y por su credo político.

Mientras, las personas sin poder o se hunden en la resignación desesperada o procuran evadirse acatando las consignas del pensamiento único y se trastornan con la holganza programada que el sistema les brinda. Producir y consumir son las consignas a seguir. Quienes no producen ni consumen sobran, estorban, son los descartados, no son ni personas…

En esta situación, ¿cabe la esperanza? Esperar no es algo pasivo, como quien aguarda que salga el sol o caiga la lluvia. Es un actitud de coraje, de voluntad decidida de enfrentarse con una epidemia social-económica.

Debemos abrir los ojos a los lamentos y la situación de las víctimas. Son muchas y el sistema trata de disimularlas. No es fácil ya que, cuando las hacemos presentes, nuestra vida comodona resulta hiriente. Las víctimas nos obligan a tomar partido: con ellas o con los dictadores.

En estos tiempos de comunicación instantánea, los bulos , las falsas noticias, circulan sin parar. ¿Nos exigen un esfuerzo por desentrañar la realidad, por deslindar la verdad de la falsedad. ¿Cuál puede ser el mejor criterio? Aquellos mensajes que tienden a fomentar el miedo acompañado por el odio son los que debemos desechar más rápidamente, llevan en sí mismos el germen de la mentira.

Nuestros temores ofuscan nuestra mente en esa necesaria tarea de salir adelante. No es fácil vencer a una pandemia que no solo ataca a la salud del individuo, sino también a su economía, haciéndonos recordar aquella sufrida en 1918... Por ello, hemos de buscar fuentes diversas, aunque no coincidan con nuestras preferencias ideológicas o emocionales. Nos darán luz más completa para conocer lo que realmente está pasando.

¿Qué podemos hacer por las víctimas? A nivel individual muy poco. Todo lo más aliviar la situación de unos pocos, próximos o lejanos. Con nuestra aproximación compasiva para aligerar su triste situación.

La encomienda es muy complicada. ¿Nos resignamos o apostamos por una esperanza activa?
Habrá que luchar hasta conseguir vencerla.

Ricardo Lalinde López.

jueves, 23 de julio de 2020


EL RELOJ       (dedicado al reloj de la torre de Aguilar                                               poema renacido)

Cuando en la noche serena
con la luna plateada
un reloj que hay en la torre
cuenta doce campanadas;
y al fijarme en el reloj
veo en lento recorrido
andar despacio el camino
dejando un signo añadido;

se quedan fijos los ojos
y el corazón se estremece,
pues el tiempo va pasando
y son ya más de las trece;
y la aguja va girando
el tiempo lo marca ella,
y es la realidad más bella
porque va dejando huella.

Inquietante es ver pasar
entre gemidos del viento,
el deslizarse las horas
en son mustio, triste y lento;
y la esfera de la torre,
en una sentencia cruel,
da alegremente las horas
con la medida más fiel.

Y el escondido secreto
colgado de una pared
piensa y marca tranquilo
el tránsito a la vejez;
avisa al pueblo dormido
con agudas campanadas,
las horas que habrá de menos
cuando despierten mañana.

Esa secreta pupila
parece que va a estallar
cuando se acerca la hora
que marca el ritmo a llevar;
unas veces mengua el tiempo,
otras lo adelanta más,
y el sol alumbra en lo alto
las horas que ve pasar.

Mil veces así continúa
igual que la primera vez,
llega la sombra a la torre
y vuelve el sol otra vez;
y es doloroso el destino
de nuestra existencia ver,
que en un círculo misterioso
el tiempo esté en la pared;

y en una esfera siniestra
dos agujas que no paran
nos dan o quitan la siesta
al son de unas campanadas;
y nuestro cuerpo dormido
despierta sobresaltado,
pues ha tocado la hora
que el reloj le ha mandado.

Vivimos siempre al compás
de unas manos que no paran,
con un armonioso din, don,
o unas tristes campanadas;
y la aguja va marcando
el tiempo que va pasando,
las horas que van quedando
para llegar a mañana;

porque comienza de nuevo
el final que nunca acaba
a marcarnos la jornada
a golpe de campanada;
somos presas del reloj
por mucho que lo ignoremos,
pues en cuanto da la hora
todos salimos corriendo.

Esa esfera de la torre
de la iglesia de Aguilar,
tiene un ojo muy agudo
y un carillón al final;
pone un cantar en cadena,
que me hace presagiar,
que nos va marcando el tiempo
en la vida terrenal.

Lamentable por cierto es ver
cómo un pueblo se despierta,
mirando por la ventana
a ver si es la hora cierta;
y ver en la esbelta torre
un reloj que va marcando
las horas que van pasando
en su habitual laborar;

contando va el reloj las horas
con su martillo de acero,
siendo una y mil veces más
el humilde mensajero:
así vivimos pendientes
todos de una campana
esa que nos da la hora
que al reloj le da la gana.




                     A UN ÁRBOL MUERTO

Naciste junto al Alhama
canturreante río,
donde feliz en tu copa
cantan oropéndola y mirlo.

En ti nacieron mil pájaros,
en ti subieron al cielo
y cantaron alabanzas
a los que a tus pies estuvieron.

Por su casa te tomaron
y en ti sus nidos tejieron,
y al amanecer gozosas
con canciones melodiosas
llamaban desde tu copa
a los niños en sus juegos;
y roto, medio seco y yerto,
solo te queda desgracias
disparos de cazadores
y de los niños pedradas.

Ricardo Lalinde López

domingo, 19 de julio de 2020


ASONANCIAS y CONSONANCIAS

Sabedlo todos, grandes y pequeños,
magnates y vagabundos:
nadie tendrá derecho ni a protestar
mientras yo el gobierno despilfarro.

Lo que ahora llamamos donativo
sólo es un motivo íntimo,
será en un futuro no muy lejano
el resultado del trabajo hecho.

Cuando la Honradez se siente a la mesa
de la que huirá el Egoísmo...,
la ley del embudo que hoy impera
pasará a ser ley de la consonancia.