lunes, 30 de marzo de 2020


MI PUEBLO SE MUERE...

Viendo a mi mujer regar las flores me ha llegado al pensamiento aquellos días lejanos del pueblo en el que a primera hora de la mañana las mujeres regaban y limpiaban de hojas secas y amarillas las flores tristes ya marchitas de las clavellinas y geranios de ventanas y balcones, recuerdos que te hacen pensar porque según cortaban las hojas y flores estas las dejaban caer a la calle, luego, con garbo y salero, escoba y terrero, las hojas y flores iban recogiendo al mismo tiempo que la calle iban barriendo.

No había balcón o ventana que no tuvieran macetas, pensiles o tiestos floridos luciendo con gracia y color a raudales, y cuando las mujeres por su ventana la cara al sol asomaban parecían mariposas que entre las macetas las flores libaban. Dulces recuerdos de tiernas mañanas. Añoranzas de épocas ya pasadas, pues os digo que en mi pueblo, ya no quedan flores en las ventanas y apenas quedan almas, mi pueblo se muere y nadie hace nada.

Y voy recordando al paso que voy escribiendo, aquellos veranos de hoces y rastrojos que en mis piernas desnudas aún voy sintiendo, y el grillar de los grillos, el croar de las ranas el ulular de la lechuza o del buo y el brillo refulgente de la luciérnaga en aquellas noches calurosas de verano.

¡Qué lejos ha quedado todo! Aquella pasión obligada de recoger para el invierno, invierno que podía ser largo, muy largo y muy frío, inviernos de recogimiento, de reflexiones, de cuentos y anécdotas, inviernos duros del Valle del Alhama.

Los recuerdos son muchos y amenos todos están llenos de ternura, de amor y dulzura; benditos años en los que hombres y mujeres estaban unidos en un afán común, en la unión y conservación de la supervivencia del pueblo. ¡ Y vuelvo a decir, hoy mi pueblo se muere!

En este extraño año de 2020, nos ha visitado la peste del “Coronavirus o Covil 19” que nos va a dejar diezmados sin remedio, vamos a recordar aquella peste del lejano 1599 y la del no tan lejano 1885 aunque no las hallamos vivido, tristes recuerdos…, todo llega y todo pasa, lo malo es cuando esta se repite.

En estos días de tristeza recordamos el desenfreno con el que hemos vivido estos años pasados, todo era poco, todo eran quejas y todo era querer más y más; más sueldo, más libertad, más playa, más droga, más alcohol, más sexo, más juerga y menos trabajo, más de todo eso…, y menos de otras cosas.

En fin, esperemos salir pronto de esta catástrofe porque si tardamos…, que Dios nos coja confesados. Amen.

Ricardo Lalinde López




domingo, 8 de marzo de 2020

A ORILLAS DEL ALHAMA II (elegía a mi pueblo)

Era un día de julio de calor sofocante,
el sol caía ajando mi cuerpo de caminante,
y de vez en cuando me detenía un instante
para dar algún respiro al pecho jadeante
clavado en mi cuerpo con pasos de gigante;
con fuerza renacida y a falta de cayado
continué caminando a paso adelantado,
subía por los cerros, bajaba a los barrancos
y allá en la lejanía cientos de pajarracos
graznaban con firmeza entre tomillo y romero
que sobre el seco agro ardían como brasero.

Los buitres daban vueltas con sereno vuelo
paseando en solitario por el ancho cielo.
Avistaba lejano el Moncayo puntiagudo
y una larga Sierra dormida en su felpudo,
miles de recuerdos sobre la parda tierra
memorias que el arado al poco desentierra,
los recuencos verdes que llevan al Alhama
donde las arboledas, beben de su cama
que en torno a Inestrillas es fuente que mana
linaje de Navarra y cuna castellana.

Y allí en lo más alto, en la Virgen del Prado,
cientos de personas suben al monte amado;
entre los canchales y algún humilde prado
donde la hierba crece al paso del arado
y un sendero de malvas lo va perfumando,
luego al final del día la gente va bajando,
para unirse a la fiesta, para seguir cantando
y poco a poco al fin, el día se va acabando.

¡Oh tierra pobre, triste y noble,
el Alhama cruza tu corazón de roble,
la de altas colinas y marchitas roquedas
de tierra abandonada y solas arboledas;
caídas poblaciones, caminos sin mesones,
atónito aldeano sin bailes ni canciones
que aún se van marchando de agonizante hogar,
como tu estrecho río Alhama llega al mar!

Veo en el horizonte cerrado por colinas
sierras coronadas de pinos y de encinas;
sobre la verde yerba en los márgenes del río
lucen sus frondosas hojas el álamo umbrío
y en callada calma lacónicos arrieros
llevan en sus carros mercaderías y aperos,
y bajo la arquearía del puente de tres ojos
cruzan el Alhama sin puertas ni cerrojos.

Inestrillas fiel, aguerrida y luchadora,
hoy en sus andrajos, desprecia lo que ignora.
Sobre sus campos aún está el fantasma guerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre su tierra,
y tras de los peligros que demostró su brío
corría a la defensa con el semblante iberio,
tampoco llegarían a preguntar qué pasa
pues la guerra llegó a la puerta de su casa.

Ya el sol declina por la Contrebia cercana
y a Inestrillas llega el toque de campana,
rítmico tañido para enlutadas viejas
que de sus casas salían como comadrejas;
susurrando se van y al momento aparecen,
curiosamente cuando los campos anochecen,
¡El camino solitario! !El bar Cartón abierto!
el campo ensombrecido y el pueblo desierto.