jueves, 29 de julio de 2021

 


RESIGNACIÓN Y ESPERANZA

Vivimos tiempos difíciles. Más bien calamitosos y con augurios de negros nubarrones en el porvenir. Desigualdades inmensas, cambio climático y una pandemia como nunca conocimos. Los grandes dirigentes -económicos, políticos y científicos...- o los ignoran o los niegan, sólo miran por ellos y por su credo político.

Mientras, las personas sin poder o se hunden en la resignación desesperada o procuran evadirse acatando las consignas del pensamiento único y se trastornan con la holganza programada que el sistema les brinda. Producir y consumir son las consignas a seguir. Quienes no producen ni consumen sobran, estorban, son los descartados, no son ni personas…

En esta situación, ¿cabe la esperanza? Esperar no es algo pasivo, como quien aguarda que salga el sol o caiga la lluvia. Es un actitud de coraje, de voluntad decidida de enfrentarse con una epidemia social-económica.

Debemos abrir los ojos a los lamentos y la situación de las víctimas. Son muchas y el sistema trata de disimularlas. No es fácil ya que, cuando las hacemos presentes, nuestra vida comodona resulta hiriente. Las víctimas nos obligan a tomar partido: con ellas o con los dictadores.

En estos tiempos de comunicación instantánea, los bulos , las falsas noticias, circulan sin parar. ¿Nos exigen un esfuerzo por desentrañar la realidad, por deslindar la verdad de la falsedad. ¿Cuál puede ser el mejor criterio? Aquellos mensajes que tienden a fomentar el miedo acompañado por el odio son los que debemos desechar más rápidamente, llevan en sí mismos el germen de la mentira.

Nuestros temores ofuscan nuestra mente en esa necesaria tarea de salir adelante. No es fácil vencer a una pandemia que no solo ataca a la salud del individuo, sino también a su economía, haciéndonos recordar aquella sufrida en 1918... Por ello, hemos de buscar fuentes diversas, aunque no coincidan con nuestras preferencias ideológicas o emocionales. Nos darán luz más completa para conocer lo que realmente está pasando.

¿Qué podemos hacer por las víctimas? A nivel individual muy poco. Todo lo más aliviar la situación de unos pocos, próximos o lejanos. Con nuestra aproximación compasiva para aligerar su triste situación.

La encomienda es muy complicada. ¿Nos resignamos o apostamos por una esperanza activa?

Habrá que luchar hasta conseguir vencerla.

 

LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE

El ser humano puso nombre a las cosas. Al hacerlo, es como si las dotara de una realidad distinta a lo primitivo. De alguna forma pasó a poseerlas. A través de esa nominación, pasó a estudiar la naturaleza, el conjunto de seres con los que se iba encontrando. Los más cercanos y los más lejanos, como los astros que veía en el cielo al alzar su vista.

Encontrar guaridas naturales donde pasar la noche y defenderse del frío, de la lluvia y de animales peligrosos, tuvieron que ser preocupaciones habituales, elaborar alojamientos transitorios con esos fines era lo natural y esto también ocurría en el farallón de Inestrillas, hasta que en su evolución acabaron por construir poblados ya más definitivos como tapiar las cuevas bajas de los roquedos o construir nuevos asentamientos en forma de chozos.

Eran omnívoros. Primero recolectores crudívoros: frutos, insectos, gusanos, huevos de aves, pececillos… Luego, al descubrir el fuego, se convirtieron en cazadores, persiguiendo animales herbívoros, de cuya carne se alimentaban y con cuyas pieles se taparían.

En ese proceso se hicieron pastores. Rebaños de ovejas y cabras, les proporcionaban carne, leche y lana. Necesitaban pastos, por lo que se tornaron nómadas. La domesticación del lobo, convertido en perro guardián les serviría de ayuda en esas tareas.

Otra etapa en la historia del pueblo fue el descubrimiento de la agricultura. ¿Fueron mujeres sus iniciadoras?. Con ello el sedentarismo se implantó en varias áreas de la tierra. En torno a ríos, empiezan a surgir civilizaciones importantes. Hay excedentes en épocas de abundancia y hambruna en las de sequía. Una progresión social surge y comienza el comercio entre unos pueblos y otros.

Se inventa la escritura y aparece la contabilidad que junto con el dinero facilita el comercio, mejor que el trueque de unas mercancías por otras.

Esas actividades humanas empiezan a alterar la naturaleza. La quema de matorrales para facilitar los pastos. Las alteraciones del terreno por las labores agrícolas. Los canales de riego, las talas de árboles, el arranque de piedras y su acarreo para la construcción de las primeras ciudades.

Pasaron los siglos y las alteraciones fueron en aumento. Un genio de la construcción aparece, se llama Roma, obras de calzadas, acueductos, templos, coliseos, teatros, cloacas, puertos se abren ante nuestros ojos.

La Edad Media europea sigue sus pasos: los templos prerrománicos, románicos, góticos suscitan todavía nuestro reconocimiento. Como los viejos burgos amurallados, impactaban en la vida de la naturaleza, pero de una forma limitada. La forma de producción, superada la era esclavista de los imperios, era mixta: siervos al servicio del señor feudal -civil o eclesiástico-, campesinos libres con sus pequeñas propiedades y bienes comunales, artesanos agrupados en gremios en ciudades celosas de su autonomía.

Pero poco a poco en la baja Edad Media iba a surgir otra forma de producción: el capitalismo. Fue una revolución que pretendía convertir en mercancías el trabajo humano, la tierra y el dinero.

Los resultados saltan a la vista de todos: cambio climático, destrucción de la biodiversidad, contaminación del aire, la tierra y de ríos y mares, agotamiento del agua dulce…Los grandes intereses económicos lo niegan cínicamente, y en esas estamos…

Ahora ha comenzado una nueva era económica, social y política, se llama CORONAVIRUS o COVI19.

¡Que Dios nos asista ante esta nueva y grave situación!


Ricardo Lalinde López / 23 de julio de 2021

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