martes, 10 de enero de 2012

Quiméricos

          QUIMÉRICOS
                     I
    ¡Subir a los cielos de un salto!
¡Bajar a los infiernos de un tropezón!
¡Cabalgar brioso sobre el viento!
¡Flotar en el agua como un algodón!
¡Quemarse en el fuego como un gato!
¡Tenderse al sol como un culebrón!

   ¡Tener como compañero a un poeta
lleno de poesía en su alma,
que llamen “El Cisne del Alhama”
es lo que me fortalece y afecta...!
Pase doña Inspiración, pase con su compañera...
Pase..., pase usted delante. ¡Oh no! Usted primera.

                     * * *

Junto al cequión frío
el castaño crecía,
en el huerto baldío
sombra dará un día.
Es un arbolillo en el que nadie creía,
es un débil tronco  torcido y sin guía,
con flor y con fruto nadie lo veía,
pero será esbelto y sereno algún día.

                     * * *

   Te diré que el ceniciento otoño
no tiene para mí quimeras.
Las trovas de las hojas secas
se las comió el rebaño
y las que por allí quedaron
los vientos se las llevaron.


     
      Diálogo de besugos...
                     II           
              ¡Nos vamos!
¡Sí, por la “Calle Mayor”
donde uno se yela...! ¡Hala, amos!
Que la calle es un temblor...
   Calle con puertas, balcones y rejas...,
y..., taberna..., la del Cartón,
pero no están las puertas abiertas,
y las mozas... rezando a San Antón...
                               ¡Ya, claro, claro!
   Y en la calle del “Medio”
triste es la calle entera
con ventanas y persianas... ¡Qué fastidio!
y tras ellas... viejos en la hoguera...                    
   Y por el “Barranco”...
miradores y una fuente que no cesa.
¿Qué te paice, nos quedamos... u arranco?
Espera, que no hay prisa.
   ¿No oyes cantar pallárriba?
Sí, en las eras.
No cairá esa breva...
¡Vámonos conellas!
   Tira por esa calleja.
Pero ¿volvemos luego?
Sí, cuando cante la corneja
y el sol salga por Monegro.

                         “Plazuela de San Antonio.”
    San Antonio y su ermita pintoresca...
Quédate en las cuatro esquinas
que hay estanco y agua fresca,
y al atardecer las mozas
van a rezar...  ¡Aprovecha! 



¿Cantamos o qué?
No. ¡Nos vamos...!
¡Tira parriba!
¿Pá dónde?
Tú patucasa, yo palamía.


   Amores de primavera
                  III
   No sabía
que era un trozo de amor
lo que en su mano traía,
o un puñado de fervor,
de un feliz y dulce día.
Su boca me sonreía.
   Yo le pregunté: ¿Qué traes?
Ella contestó: en una mano pasión
y en la otra todo lo que tú me hieres
y rompe mi corazón.
   Cosecha vana
de un hermoso huerto lleco.
Dorada la apacible mañana
que va llegando poco a poco,
y rompe en sus claros espejos  
amores de primavera
de crepúsculos añejos.

                   * * *

   En el jardín de los sueños he soñado...,
que a fregar bajabas al río, y las libélulas
acarreaban suaves hilos y finas sedas
y un nido en tu pelo hacían.


                    
   Olas de espuma ensaya la mar,
y de mil flores los prados visten abril,
el ruiseñor en la hiedra dulce trinar,
y el búho en su cueva ojos de candil.

                   * * *

      ¡Por ti mi amor!...
Verde el campo todavía
y estamos en agosto ya...,
vuelve a casa, amada mía
que la luna salió ya. 

                   * * *

   Cuando pasaste, amor, junto a la fuente
solo pensé en tus labios tiernamente,
y al ver tu pecho desbocado y jadeante
quise besarlos y apresarlos fuertemente.
     
                   * * *     

    Hoy te escribo desde el Parnaso
a la hora de una cita inconcebible.
Todo es albor de un abril luminoso;
todo el ayer es hoy en una hora adorable,
el tiempo a golpe de reloj pasa orgulloso  
y se funde en una melodía comparable
al de un poema triste pero maravilloso.
   
   ¡Oh, tarde de niña inquieta,
tarde de amor y de poeta!
Tarde de adolescente amor y melodías,
tarde de auroras y nostalgias mías.



         Meditaciones
                   IV
    Siglos, años y meses y días
lleva transcurriendo el tiempo a porfía.
¡Pasan las almas tan mudas...,
tan desnudos los cuerpos...,
y tan de prisa las horas...!
   Dijo el poeta, en los oscuros días
pasan las almas desnudas;
en los días claros pasan las sombras mudas.
   Cuando el tiempo muere,
se apaga el canto de las horas
como los rezos entre muros enclaustrados.
   Cuando nace el tiempo,
lleva un desfilar de amores
con séquito de astros acompañado,
¡Muere un mundo! ¡Un mundo nace!
Cada vez que nace un mundo,
nace para ser salvado.
El poeta calló, es un hombre solitario,
también nació para ser amado... y salvado. 


Dedicado a los mocetes de Inestrillas...

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