MADRIGAL
Déjame mirar tus plácidos ojos.
Atesoran luz de mar y de cielo,
y su resplandor apacible va en pos
hasta mis entrañas como un anhelo.
Tus ojos son luceros que iluminan
todas mis penas y se tornan flores;
déjales a ellas y que resplandezcan
cual gentil leyenda de mis pesares.
Que halle en ellos astros vagabundos,
que sueñe con inexplorados mundos,
que elimine en ellos mi melancolía...,
que sean dulces, radiantes y profundos,
¡como puestas de sol, adorada mía...!
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