viernes, 4 de diciembre de 2015


A EPONA (diosa celta)

Déjame llegar hasta lo más hondo,

como el minero busca su tesoro,

como en mi interior la verdad escondo,

como en el fondo de la tierra el oro.


¡Alma sombría, ayer inexplorada!

Tu ocaso me extraña y me entristece.

¿Qué culpa ha de tener la alborada

si al transcurrir el día la ennegrece?


No mereciste la condena anoche;

ante la lujuria el pudor destella

y en el paso más bruno de la noche

ilumina más la distante estrella.


La mano dulce que la flor arranca,

después la secciona, y la deshoja;

la que ensució tu vestimenta blanca,

la que en el juego del placer te arroja;


la que apagó en tu cara de azucena

el fuego del decoro y la alegría,

y atavió tu sien, mustia por la pena,

con las deshojadas flores de la orgía,


es la que al verte engullida por la ola,

te hundió en el fondo, sin aliento;

la que tu estima y tu pudor inmola

por el duro sustento del tormento.


Admiro tus enormes sacrificios;

admiro que no sospeches ni dudes,

y que en el estéril campo de los vicios

cuelguen en sus moradas las bondades.


Arribaré como las golondrinas

al calor de tus gratas ilusiones,

entre sombras luz, flores entre ruinas

y devoción en nuestros corazones.


Y te cubriré de elegantes galas,

seré tu protector y tu consuelo,

destaparé tus primorosas alas

para que puedas elevarte al cielo.



Logroño,30 de octubre de 2015

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