martes, 6 de noviembre de 2018

            PARÉNTESIS

        ¡Dichoso mi río Alhama,
       dichoso aquel que lo ama!

Tras años de combates incesantes
quiero holgar, como antes,
junto a mi inmaculado río Alhama
que tantas veces me ofreció sus aguas
cuando en verano sus ascuas
la paz de sus riberas nos reclama.

Como si fueran líquidos cristales,
otras náyades iguales
a las que conocí corren ahora;
en ese murmurar flojo y doliente,
que el aparecido siente
a una adolescencia que pasa y llora.

Los grandes brazos del nogal añejo
se mueven en suave espejo
en las aguas luciendo su verdura.
Y el rosal de flores coloradillas
se ocultan en sus orillas
en forma de indomable colgadura.

En mi bello rincón nada se altera;
       ni el bullicio que hubiera,
ni el jolgorio, ni el tumulto persiste:
el horizonte no varía;
el encuentro es como cualquier otro día
igual que cuando dije adiós muy triste,


en cambio, el propio ser, el que me resta,
al subir la áspera cuesta
ruedan en mis sueños el equipaje,
y, aunque piso con ímpetu el camino,
soy como errante beduino,
lento en llegar al límite del viaje.

Veo arriba el foco que parece lumbre
resplandeciendo en la cumbre
sobre dos mundos con su ardor eterno;
abajo, la confusión más oscura
que lleva toda negrura
de las tinieblas más frías del invierno.

Y en la ladera soy vigor que avanza;
tenacidad que se lanza;
verdad que busca su ánima perdida
sumergiéndose en la penumbra densa
para así hallar la intensa
trepidación y esfuerzo de la vida.

Mi poema es altivo y al placer rehúsa,
es la dolorida musa,
frente a todos los credos insurrecta:
armada de un coraje deslumbrante
siempre transita adelante
y de la gente eligió la más recta.

Mientras tanto estoy en mi arbolado umbrío;
en las orillas de mi río;
en el soto, el árbol abandonado,
el nogal verdiblanco y la corriente
que aparecen de repente
como figuras vivas del pasado.

Siempre que deseo la calma y el reposo
busco un lugar silencioso,
y en este callado asedio me pierdo
sin que el desorden del mundo me estorbe,
¡como mi existir embebe
el consolado aroma del recuerdo!

Mi credo, mis temores, mis amores;
y las no olvidadas flores
que fui dejando en el camino sin hojas
y las tumultuosas convicciones mías
fueron mis locas alegrías
y el caudal inmenso de mis congojas;

algo que queda en mi caduca vida,
que queda dividida,
evocando si en añoranza vivo,
para sacudir mi organismo inquieto
con su susurro secreto
en forma de plácido operativo.

¡Adiós mi plácida ribera amena
que en avenencia serena
respiré de otro ambiente la frescura!
¡Adiós remanso de paz, tu que guardas
las historias alocadas
de mi joven edad alegre y pura!

Llega la vejez: la existencia es corta.
Sin fortuna no me importa
volver a requerir calma y olvido,
¿reservarás en tus orillas limpias
el lugar en el que solías
al orgullo paciente del vencido?

Envolveré un trozo de mi bandera
la vuelta de mi pasado,
que es la razón de atar mi vida entera;
y como un buen soldado,
me arrodillo bendiciendo
la defensa que presté a mi bandera,

y volveré y buscaré mis horizontes
en la cuenca de mis montes…,
y encontraré mis amplias perspectivas
en tus ondas fugitivas
valle querido del noble Alhama,
tú me entregaste tu calma.

Inestrillas, 1 de noviembre de 2018

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