jueves, 7 de febrero de 2013


EL ÁLAMO

Mientras la brisa del abrasador bochorno
derramaba su céfiro esclavizado
sobre la mustia solemnidad del prado,
la fresca aurora da el inmaculado baño
acariciando la lluvia del tórrido verano
el amanecer de un álamo abandonado.
Notó que en un susurro sosegado
decía al árbol al fresco y rumoroso río:
-Si el soplo de mayo se marchó ligero,
¿Qué aliento celestial te alimenta
y hace perenne tu frondosidad primero?
-Yo doy bienestar cuando el sol tuesta,
arranco del céfiro el remolino fiero
y el favor que forjo mi verdor sustenta.

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