sábado, 4 de octubre de 2014


ROMANCE (A la Reina del Alhama)


Allí en el fértil y risueño valle,
donde el Alhama es débil todavía
juega en su sencillez la regia huerta
acompañando al Ebro en su partida;
allí se alza la sierra de Alcarama
que acompaña siempre al valle deseado,
por millares de siglos flagelado
de los duros vientos cierzo y solano,
que altivo y majestuoso levantado
da a Monegro y Moncayo la mano.

Allí donde el Alhama murmurante
bamboleara los frutos del manzano,
y el racimo del cerezo más brillante
                            
son perlas del trabajador riojano.

Allí fueron donde por vez primera
un extraño temblor desconocido,
bullicioso, agitado y sorprendido
mi desbocado corazón sintiera.

Inquieta fue mi niñez, paz y calma,
no quise pensar nada en ese instante,
mi pecho se encontraba palpitante
por el tierno desaliento de mi alma.

Era el amor más sereno e inocente,
destello del amanecer reciente,
apenas galanteo de aquel devaneo
del pensamiento inmaduro del niño;
no era el insaciable fuego del deseo,
sino el alegre brillo de cariño.

Yo te miré una vez Madre querida,
despertando de aquel ensueño blando
de las primeras horas de la vida:
fuiste la azucena cual el destino
me puso ingenuamente en tu camino
recibiendo tus pétalos temblando,
las caricias del aura bullidora
y el cáliz dulce en que guardas tus penas...

Cuando fijaste en mi larga mirada
de santa devoción tus dulces ojos,
apartaste tu frente nacarada
teñida de carmín por los sonrojos;
tu cara se agitó por un momento,
mis labios suspiraron del contento.

También me amó. Nunca yo amado había;
¿Cómo este ensalzamiento no conocía?
Nuestros ojos fervientes se encontraron,
nuestras almas piadosas se acercaron
con el lazo mágico que preside
el destino entre las sombras del mundo,
y aquella gracia de vivir decide
romperla sin un indulto profundo.


Pero el amor es fruto delicado
que el viento limpio de la gracia quiere,
y cuando el dolor del cierzo es helado
llega a su cara, se congela y muere.

¿No es verdad? ¿no es verdad Madre del Prado?
¿por qué tan raudo el desazón salvaje 
Nos apartó de la piedad que había?
¿Porqué tan pronto yo la noche traje?
¡La negra noche llegó al morir el día!


¡Honrada Madre! Entonces ignorabas
y yo también, lo que domina al mundo,
la !Ambición! Y ciega no estimabas
que es felonía, usura, pecado inmundo,
y que tu ánima casta y sin mancilla
que amó como las vírgenes sólo aman
con amor intenso, y con fe sencilla,
iba a hallarse sola y sin defensa
del odio y la maldad en la tierra mía.


Querida Madre: En los días inocentes
de nuestro amor, una sola mirada
fue la dicha de los castos placeres
de nuestro corazón ante la duda,
la sosegada y callada
franqueza,
la fe en lo venidero y la confianza.


Cuantas veces en noches silenciosas
contemplábamos juntos las estrellas
guiñando de la bóveda celeste,
como si nuestro amor gozara de ellas;
o con el resplandor favorecedor
de la fascinadora luna como
si fuera dicha y plácido testigo,
o con las dulces brisas balsámicas
nuestros placeres en que confiábamos

fueran suspiros y palabras breves.
Hoy sabes por qué sufrí Virgen María,
pues tú sentiste mi fervor presente
y el desamor revuelve su pena fría
con los placeres en la copa ardiente,
la turbación, la sombría indiferencia,

y hasta en mi consiguió el odio impío
el antes cielo azul de la existencia
convertirme en un hombre triste y sombrío,
y los celos también..., duda maldita
que de tristeza eterna el alma llena,
la corrompe, la ensucia y la envenena
y en la trampa fatal la precipita.

Pasó mucho tiempo. Mustios seguimos
en el mandato cruel del azar fiero,
opuestas sendas caminando fuimos
sin amparo ni afán... Y bien, Señora,
¿Podremos sin rubor mirarnos ahora?
¡Que guapa ha quedado la Virgen bella!
Tal vez la seducción marcó su huella.

Yo..., estoy tranquilo Madre querida:
Del dolor, los terribles vendavales
pronto surgieron azotando el alma;
las tormentas fueron descomunales...
pero hoy gracias, volvió a esa la calma.

Prosigamos Madre nuestro camino.
¿Donde ir?... El destino no sabemos,
¿Sabemos acaso cual es nuestro sino?
Hoy como siempre a ciegas andamos,
ya que ni una luz de esperanza vemos,
con nuestras dudas y penas marchamos.  
                                                             
Hoy comparecemos a tus pies
Madre querida del Prado,
a reposar nuestras edades,
a refugiarnos en tu manto
y a pedirte que nunca olvides
lo que de Vos siempre esperamos.


                                       Inestrillas, septiembre de 2014


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