jueves, 16 de octubre de 2014


UN DÍA LLENO DE RECUERDOS (relato)
Esta tarde la destiné a caminar
las solitarias calles de mi pueblo,
acompañado por el atardecer
que es el único amigo con que cuento.
Todo sigue como siempre, el invierno
y el manto nebuloso de la bruma
con su apagada capa de tristeza
ha invadido nuestra querida huerta,
y el verano ha sofocado el valle,
(me dicen los labradores del campo).


Creed que nunca pensé por un instante
ver tan sola esta querida tierra mía,
pero ahora que vuelvo no comprendo
como pudo quedar tan desvalida.
No ha cambiado nada, ni sus casas,
ni sus calles, ni tampoco la alameda.

Todo está como siempre; los gorriones
en los tejados chicheando a sus hembras;
los caracoles comiendo las hierbas;
y el musgo sigue en las húmedas piedras.

No hay que dudar de que este es el reino
del cielo azul y las montañas frescas,
en donde todo tiene sus colores
e igualmente su plácida leyenda,
y hasta en la propia noche distingo
la afectuosa mirada de la abuela.

Así fueron los sucesos notables
que presencié en mi primera juventud;
el correo de las dos llega a la plaza,
el alguacil llamando con la gaita
el mercader vocea su mercadería
y al rosario a rezar el ave María;
después los juegos, también las correrías.

Algo de mí me dice que la vida
es únicamente una gran fantasía;
una ilusión, una nube viajera,
un sueño sin límite ni ribera.
Aunque si digo bien, no se que digo,
pues la emoción me llena la cabeza,
me rompe el corazón cuando suspiro.

Cuando ya es la hora de los que rezan
al corral vuelven las tercas ovejas, 
una tras otra, como marejada
llena de olas que rebosan la playa,
y cuando me senté en la alameda
que alimenta al ganado en primavera,
sentí las baladas, dormí la siesta.
Seguí el viaje como sigue la vida,
pasé al lado del antiguo molino,
me detuve en frente del cementerio
y recé, y recordé a mis seres muertos,
y observé la luna en mi cabeza
sin distinguir ninguna diferencia,
como entonces aún, llena de belleza;

Ahora percibo como me envuelve
el entrañable olor de las violetas
los aromas del rosal y azucenas
las que curan la tos y la tristeza.
¡Pero el tiempo lo ha borrado todo
como borran las olas en la arena!


Inestrillas, octubre de 2014

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