miércoles, 21 de octubre de 2015

"EL ALHAMA" VALLE DE MI INFANCIA
¡Mil saludos al “Valle esplendoroso”!
Refugio de placer y don dichoso,
donde sueños y espléndidos amores
un día manifestaron la fragancia 
con firmeza que hizo vibrar las flores
en los gozosos años de mi infancia.
“Valle venturoso”: hoy el viajero 
se congratula alegre y lisonjero,
busca tu sosiego con su mirada,
exalta la calma de tus vergeles,
se inclina ante ti por tus mereceres,
feliz a la sombra de tus laureles.
Nos rodea la montaña, también el río;
enfrente Monegro, ceniciento y umbrío,
el silencioso esplendor nos admira; 
más allá Moncayo en el infinito; 
la lenta fuente del Prado suspira
y moviendo los chopos llora el viento.
El calvario está donde, iluminado, 
perfectamente el bien del desgraciado
suplica con espiritual cariño, 
alzando e implorando mil plegarias 
propias a las que imploré siendo aún niño 
en el mismo monte y mismas avemarías.
Hoy es otro rocío y otra sonrisa 
la que abril te da meciendo su brisa;
las flores forran las praderas llenas
de margaritas que hacen de alfombra, 
junto con las hermosas azucenas
y las rosas que crecen a su sombra.
Como el viento cuando pasa ululando,
los meses y los años van pasando;
nuestras vidas se realzan y embellecen
y brillan con fulgor mistificado,
hasta que en su razón se desvanecen
en las confusas sombras del pasado.
¿Adónde están ahora aquellas flores
hermosas, puras y de mil colores...? 
¡Valle del Alhama!, eres todo calma
donde antes eran bullicios risueños
y estaban los amores de mi alma, 
y donde aún viven mis dulces sueños.
Yo era feliz en tu regazo y dormía
en plácida, feliz, y alegre armonía, 
la dulce inocencia me iba acariciando, 
sin más cariño que vuestro consuelo
amar tus flores y cruzar tu prado,
sentir tus fuentes y avistar tu cielo.
Por la tarde las aves se alejaban,
y volaban, volaban y volaban,
sentía mi alma inquietarse en ganas locas, 
quise ser la persona más decidida
en cruzar los ríos y vencer las rocas,
y respirar el medio de otra vida.
Viajé como un ciclón por ver el mundo,
me sentí herido en lo más profundo;
ansié del Alhama las soledades
bondadosas, donde era feliz y reía,
donde mi espíritu se dolía y oprimía
del agitamiento de las ciudades.
Busqué dicha y placer, fama y ventura; 
y sólo encontré dolor y amargura,
pasividad y ansias, asco y congojas;
del profundo dolor al soplo ardiente, 
y donde de tus árboles las hojas
secaron como paja eternamente.
Huyendo del fragor de la tormenta
cual ave que el huracán ahuyenta
ansioso husmeo lugares ahora
con silencio bonancible y tranquilo,
apacible lugar para el asilo,
donde al menos la tranquilidad mora.
Además, querido valle, tus galas
en la airada tormenta abre sus alas 
y las flores con violencia se agitan
marchitándose sus vivos colores...
¡Afortunadas las hermosas flores
que los vientos azotan y marchitan!
Muy lejos contemplo aquella niñez mía,
y lejos creo que esté la tumba todavía; 
voy ocultando el ansia que me mata,
mi destino en este valle es incierto,
y el triste horizonte se dilata
inmerso en un futuro sin acierto.
No oigo una voz ni dulce ni querida,
estoy solo en el valle de mi vida,
la edad me hace día a día más doliente
y una eterna dejación me consume,
sin laureles ni flores en la frente,
sin un galardón grato ni un perfume.
Mi alma cordial por el que mi afán se guía
es dulce herramienta del alma mía,
y en este valle al que llamo “dichoso”,
para contar a mi amante mi querella
cruzo por él como por bosque umbroso,
para vivir, soñar y reír con ella.
Aquí, noble valle, morir quisiera
al runrún de tu brisa lisonjera;
pero mi frenesí y ansiedad es vana
y sigo el soplo del destino airado...
¡Quién conoce el destino de mañana!
¡Quién puede saber si seré ignorado!
Que la paz sea contigo, airoso asilo,
donde viví años alegre y tranquilo,
sereno albergue de mi amor primero.
El sol va escondiendo sus resplandores,
y dice adiós como simple viajero
sumergiendo en sus lágrimas tus flores.
A mi querido y amado valle.



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