lunes, 23 de abril de 2018

ÉGLOGA

A CLAUDIA, PASTORCILLA DEL LUGAR

Es tan linda la flor del huerto
que te quiero contar un cuento.

Tracio..., habitador del Alhama umbrío,
con el más vivo fuego a Claudia amaba;
Claudia..., con arriesgado y atroz desvío,
los grandes deseos del zagal pagaba.

La verde orilla del agradable río
en busca de consuelo visitaba,
y en la lejana razón de su amorío
angustiados lamentos le enviaba.

No estimas la fe de mi amor sencillo
ni humanamente escuchas mis quejas,
por ti, fábula soy del zagalillo
por ti, olvido las plácidas ovejas.

Al cabo del tiempo Claudia obstinada,
tu ingratitud me causará la muerte,
mi historia aquí quedará grabada
dirá..., aquí murió Tracio por quererte.

Todos por los que hoy sois adorada
leerán con temor mi funesta muerte;
nadie entonces querrá contarte nada,
los pastores se marcharán sin verte.

Mientras tanto...
A la sombra del soto entrelazado
los rebaños sus deseos satisfacen;
y bajo la hierba que cubre el prado,
las lagartijas pintas se guarecen.

!Mi afecto subestimas, ¡insensata!
pues no faltan cabreras en esta aldea,
y el momento en que lloro, ira desata,
a Tracio…, ni se le ofende ni alardea.

¡Quizá, hermosa Claudia, la rosada
piel de tu semblante te enorgullece!
El color, como la rosa delicada
a la menor ofensa se amortece.

Mi amor a tu hermosura maldecía
cuando tendida estabas sobre la arena,
como una mariposa al sol yo te veía,
aunque de injusticias estabas llena.

De Claudia sufro yo las esquiveces,
y yo la quiero aunque me aborrece,
estoy cansado de que me desprecies
como al débil jardín cuando envejece.
Claudia

Tracio…,¿porqué razón amor tan fino
puede ser a tus ojos tan odioso?
Cualquier zagal, cuando el violín afino,
asiste a mis romances envidioso.

¿No pastan estos prados del entorno
mi inocente ganado taciturno?
¿A caso en el estío, o en crudo invierno,
les falta prado sazonado y tierno?

Ni siquiera es odiosa mi escultura
al verme en este cauce reflejado
por el cristal de esta corriente pura;
¡Por Dios que el pastor es afortunado!

Tracio

¡Ven a morar conmigo hada hermosa!
¡Ven, mira bien los parterres, te ofrecen
a cántaros el néctar de la rosa,
y por ti los jardines se enriquecen.

Sólo para ti guardo la abundosa
copia de flores que hay en mis jardines,
sólo por ti, el suelo pinto de rosa
con claveles, violetas y jazmines.

¿Te acuerdas de aquel tiempo en que solías
cuando niña venir a mi cercado?
que trenzara tu cabello me pedías,
aún peinado con peine delicado.

Entonces era yo vuestro jefazo,
mi tercer lustro recién comenzado,
distinguiéndome sin ningún rechazo,
jugando en la alfombra del verde prado.

Desde entonces fuiste mi amor malvado,
me torturaste y dañaste noche y día,
me asestaste el puñal en aquel prado,
que me atormenta y me duele todavía.

       ¡AY de mí, Claudia querida! En vano envío
        a vos mi quejumbroso y dolido afecto.
       ¿Qué disparate, qué sueño es este mio?
       Quise cazar la bruma y atar el viento,
       quise guardar el humo y parar el río,
       por amarte, estoy loco en el intento.


¡Oh Claudia! ¿Tú no sabes que escarmiento
guarda Dios al hombre violento y duro?
Está destinado para el tormento
en lúgubre infierno, un túnel oscuro;
de su carne come un buitre hambriento,
comerá hasta el final de los tiempos…

¡Si Claudia!… hasta el final de los tiempos...


Logroño, 18 de abril de 2018













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