lunes, 11 de febrero de 2019

AFRODITA

No deseo disuadirte en la torpeza
los delirios de tu cabeza loca:
mi ley es a la par guía y firmeza,
fuego y calor como el carbón de roca.

Igual que el noctámbulo peregrino,
mi confianza fatal no mira al suelo;
no veo más que brumas en el camino,
aún contemplando el esplendor del cielo.

Pobres son las imágenes que entraña
tu inicio de niña, santuario oscuro.
Tu musa, es el azar en la montaña,
es maculado, por lo mismo impuro.

Fiándome de la astucia que me empuja,
desprecio la fortuna que señalas.
El mirlo canta aunque el sauce cruja:
pues muy bien sabe él lo que son sus alas.”

Levantado ante el choque de la porfía
me siento magistral en la victoria.
Tengo fe en mí; la mala suerte podría
quitarme el trofeo pero no la gloria.

¡Deja el entrecejo y tu voz me arrulle!
¡Consuélame con tu corazón y ama!
¡Dios le dijo al torrente: corre y bulle!
¡y toda la margen del río embalsama!

¡Normal es que sufra mi amor! La palma
crece en la playa que el oleaje azota.
La distinción para el náufrago es calma:
¡vivo, se hunde; pero muerto, flota!

Confórmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lamento al debate,
tú, como blanca paloma de nido,
yo, como fiero león para el combate.

Logroño, 10 de febrero de 2019





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