martes, 26 de noviembre de 2019

A ORILLAS DEL ALHAMA

Un buitre de anchas alas en majestuoso vuelo
cruza solitario el techo azul del virginal cielo,
sobre los ásperos agros choca un sol de fuego
que emana un suave olor a tomillo y a espliego.
Divisaba a lo lejos, un monte alto y agudo,
era monte Atalaya, que se yergue en los Agudos,
y divisaba también sobre la parda tierra
harapos esparcidos, del hombre que hace guerra
al terrón, en busca de una buena siembra,
venciendo el labrador a la indomable hembra
que ha de entregarle los frutos en un hermoso día
tan lúcido y tan hermoso como una bella rapsodia.

¡Cuando llega la quebranta
también llega la primavera,
la abubilla canta en la era,
todo al hombre se adelanta!

Los recuencos grises por donde tuerce el Alhama
forman meandros alegres de dulce son y de calma,
y allí en el río alegre donde Inestrillas se baña
llega al valle, allí su torre, la torre más riojana.
Cerrado el horizonte y adornado por colinas
se halla el monte Monegro repujado con encinas;
al sur, desnudos peñascales y algún modesto prado
donde las cabras pacen y el lobo es observado.

Pasan taciturnos lacónicos pasajeros,
unos vienen de por leña, otros jinetes y arrieros;
caídas poblaciones, caminos sin mesones
asombrados palurdos sin bailes ni canciones.

Alhama miserable, ayer arrolladora,
se cubre con andrajos, desprecia lo que ignora.
Ahora vas abandonando el moribundo hogar
eres como tu río…, ¡A morir en el mar!


Inestrillas, 24 de noviembre de 2019






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