sábado, 18 de abril de 2020

(A UN ÁRBOL MUERTO)

Hermoso álamo caído,
¿dónde está tu fresca sombra?;
¿dónde tus hojas hermosas
que con el mecer de la brisa
se agitaban tan airosas?;
¿dónde tus ramas esbeltas
que agitándose orgullosas
brillaban con armonía
alrededor de tu cuerpo?
naciste junto al Alhama
canturreante río,
donde feliz en su orilla
jugueteaban los niños.

En ti nacieron mil pájaros,
en ti subieron al cielo
y cantaron alabanzas
a los que a tus pies estuvieron.
por su casa te tomaron
y en ti sus nidos tejieron,
y al amanecer gozosas
con canciones melodiosas
llamaban desde tu copa
a los niños en sus juegos;
y en bulliciosa algazara,
en juegos y alegres danzas,
se despiden de la tarde
para dormir en tus ramas.

Cuando en tus jóvenes años
en los meses más floridos
el placer de tu frescura
en sus delicias se baña.
tu fuiste el lugar hermoso
para el descanso del alma,
donde amantes festejaban
en sus celestiales charlas.
El labrador anhelante
en tu sombra descansaba
y en su sosegado alivio
hasta el sueño le llegaba;
y volviendo a su trabajo
tornó a herir la tierra amada
descansado y animado
de su fatiga pesada.
después con tus toscas ramas
al crudo invierno animabas
y entre tus secas hojas
el labrador descansaba.
En tu corteza mil nombres
de tiernos enamorados
cicatrizaban, al tiempo
que tú te ibas secando;
y roto, medio seco y yerto,
solo te queda en desgracia
disparos de cazadores
y de los niños pedradas.

Pero tú aún eres morada
de una torcaz solitaria,
y aunque el ganado te evite
huyendo de tu fea planta
habrá un canto en tus ramas
de un ave solitaria.

Ricardo Lalinde López

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