jueves, 9 de diciembre de 2021

 

CARRASCAL DE MONEGRO

Y LA ROSA PEONÍA


No hay ni en monte ni en llano

de este pueblo tan riojano,

carrascal como Monegro

que con su leña fue un logro

tener al hogar ufano.


En el carrascal nació ella,

y si no fuese más bella

no fuera tierra bendita,

y lo es porque la habita

la “Peonía”, la -flor maldita-.


Flor silvestre más lozana

nace en la sierra riojana,

es muy poca vividora,

pero al nacer enamora

a la dama más galana.


Hermoso monte de antaño

de calientes vanidades,

hay carrascas no castaños

que dan calor sin engaños

y muchas tranquilidades.


Vimos a las cargas bajar

          por camino serpenteante,

         entusiasmados por llegar

      al hogar donde su amante

        le espera para descargar...,


 la leña, que en un instante

        comenzará a acalorar

        la estancia más ferviente

        de nuestro bendito hogar

cambiándole su semblante.


Robusto monte de encinas

con cantos de golondrinas

donde se encuentra la paz,

canta el cuco y las pardinas

también la paloma torcaz.


¡Qué raro que los favores

suplique yo del destino,

si tengo ese mal de amores

por la reina de las flores

de un Carrascal tan divino!


Ese monte desde lejos

parece un poco ceñudo,

y entre sus quebrados viejos

tuvo algún hijo talludo

que dio muy buenos consejos,


y fue el guarda de ese monte

quien cuidó con justicia fiel

a su natura viviente,

el guarda se llamó, Manuel,

y el mejor defensor fue él.


Y se que a esas estancias

van también los cazadores

a celebrar sus cacerías,

hacer leña leñadores

y el pastor sus ganaderías;


y para mí es un gran dolor

que en ese paraje de paz

den contigo ¡hermosa flor!

un cazador ineficaz

o el caprichoso chupaflor;


que en la montaña adorada

descubrirán bellas flores

alguna muy delicada…

¡ Y esta rosa colorada

no son para predadores!


Cuan sólo el galante fino

que frente al cielo se rinde,

con tu garbo matutino

merece ir con Ricardo Lalinde

por el Carrascal divino.


¡Qué buena lumbre me dieras!

¡Hogar caliente tuvieras,

si del Monegro feraz

toda la leña trajeras

y yo fuera el montaraz!


Pues yo tengo prometido

ser hombre comprometido

y un capataz muy cabal

como el mejor que ha pisado

en Monegro el Carrascal.


        Con este mulo tan brioso,

que no al trabajo se rinde

con su trote tan vistoso,

atenderé primoroso

Monegro de linde a linde;


y ni en los montes cercanos

han de citarse destinos

los atrevidos pastores,

los furtivos cazadores,

ni leñadores malignos.


Familias que viejo me veis,

amigos que me conocéis,

personas que me estimáis,

todos los que me respetáis

y todos los que me envidiáis,


¡Suplicar en justa porfía

si me confiará el destino

el agrado de guardería

en aquella montaracía

de un Carrascal tan Divino!

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