jueves, 28 de abril de 2022

 

ELEGÍA III

(Un paseo por mis recuerdos)
Hoy he madrugado para ir al campo
y vivir momentos llenos de recuerdos.
Pasé por la viña del cerrillo alto
y anduve las tierras donde he trabajado;
estuve en Calores, subí a los Solanos,
pasé por la umbría y bajé a los llanos;
todo está baldío, también en el Prado
donde el agua corre hasta en el verano,
y lo vi perdido, solo, abandonado.
Pisé las tomazas, tomillos y arnachos,
me impregné los pies de perfumes varios.
Anduve caminos rotos y olvidados
y me pareció oír un canto quebrado
allá en Tras del Prado: todo era mentira,
eran los recuerdos de tiempos pasados.
Y cuando bajaba del monte hacia el llano
por esos caminos que había arreglados
sentí mucha pena, pues el campo estaba
todo abandonado.
Desde lo alto de la Peña el Rayo
contemplé a Monegro y miré a Moncayo,
que oscuros y negros están vigilando
las altas montañas y los valles bajos.
Cuando di la vuelta para irme al paso,
dejé solo el monte, dejé solo el campo,
y el viento gruñía por cerros y tajos
como una llamada desde lo más alto.
He visto una higuera que pedía auxilio,
almendros muy secos y olivos sin brillo,
los buitres volaban haciendo su circo
y de vez en cuando bajaban al risco.
Un pájaro negro de agüero muy malo
cantó un par de veces llamando y llamando,
y el cuervo aburrido de tanto graznar
se marchó volando a otro lugar.
Yo volví a mi casa triste y cabizbajo
huyendo de todo, solo, extraviado,
por montes medrosos y valles aciagos,
insensible a todas bellezas del campo
me ofrecí un respiro, me ofrecí un descanso.
Pensé en otros tiempos de copiosas mieses,
y pensé en la trilla, y pensé en la avena,
y recordé la jota cantada en la era.
¡Cómo sonaban los cánticos sencillos
y las bravas jotas en labios del labrador!
¡Y cómo se aguantaban los centelleantes rayos
del sol, dando vuelta a la parva y haciendo
latir en celestial congoja el corazón!
En mi entusiasmo perdido dulcemente,
las tristes lágrimas de mis ojos afloran,
y a ti, viejo amigo del pasado, te pido ahora
amparo y aliento para este infeliz que tu favor
implora.
Ricardo Lalinde López

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