martes, 9 de octubre de 2012


POEMA FILOSÓFICO Y MORAL

El filósofo en el campo.

Qué despiadados e insensibles
nos hace la riqueza. Esa algarabía,
ese continuo caminar veloces
en mil dorados coches, paseando
los vicios por las espaciosas calles;
esas emperifolladas cortesanas,
deslumbrantes en oro y joyería
de los pies a la cabeza; esos teatros,
de derroche y de malicias, sabia escuela;
y ese parado indolente que a quejarse corre
contra el gobierno de turno, mientras sordo
al anciano infeliz vuelve la espalda
que a sus umbrales su ayuda implora;
esas residencias y preciosos muebles
que elaboró el industrioso chino;
ese continuo hablar de oro y grandezas.

Ese anhelo ingenuo de los más villanos,
que nos seducen, nos embelesan
y nos hacen olvidar nuestro habitual
origen y desventuras.
Amigo, somos, vil polvo, sombra, nada;
y engreídos cual pavo en su arrogante rueda,
nos creemos semidioses excelentes.

“¿Qué hay nos grita la vanidad entre el labrador
común y el noble?
Su generosa y rancia sangre, se pierde oscura allá
en la edad dudosa de lo que fue la honestidad,
y de héroe en héroe hasta tus venas corre.
El jerarca debe distinguirse del quemado labrador;
reflexivo el cielo así lo ha determinado,
dando a uno el arte de gozar, y un corazón al otro
transportador del trabajo de ansiedad.



Su frente al alba matutino mirando a las estrellas
en amargo sudor los surcos baña, y exhausto
sucumbe a su dueño sirviéndole, mientras él obtiene
eufórico el fruto de tan fatigosa ambición
y se zampa la médula de miles de trabajadores…”
¡Cuánto el pecho se hincha con tan vil tono,
por más que grite la razón severa y la cuna
y la tumba nos recuerde con que justa natura
nos iguala!

No, amigo, no; por estas tierras la compañía olvida;
ven y aprende de ellos, aprende de la honradez.
Aquí, en su honorable y amable sencillez,
entre pajares, entre el pollino y el honroso arado,
se ha elegido un refugio, colaborador de la gloriosa
soledad; el cortejo las puertas le cerraron, cuando
entre paredes, fuertes muros y hondas fosas,
de las fáciles atenciones ya cansados que en mano
generosa su benefactor les diera, los prójimos
se enclaustraron aturdidos, perdiendo la primitiva
honestidad y en su triste indolencia, piadosas
en sus chozas amarillentas las inocentes aldeanas
reniegan por su desventura.

                   Inestrillas, 4 de agosto de 2012
                      
                          

No hay comentarios:

Publicar un comentario