lunes, 13 de mayo de 2013

              ROMANCE A LA  NATIVIDAD
                                  
  Escuche, hermosa Señora,
el romance más honesto 
que escribió este zagal
a orillas del Alhama
y nunca podrá olvidar.
   Los poemas que algún día
cubiertos con tiernos ayes,
tal vez las lindas serranas
cantarán por estos valles...,
  en el otoño gozoso
o en la primavera afable
que a vuestra Majestad Señora
cantarán con gesto amable;
  cuando el vello delicado
aún no empezaba a anotárseme,
ni el ánimo me enojaban
los viejos con sus verdades.
  La dulce  Naturaleza
tan amorosa madre
sacudió mi helado pecho,
y el Amor me hizo quedarme.
  Entonces aquellos días
que viera tan agradables,
vi la fuerza encantadora
de tus ojos celestiales,
  la seducción indomable
de un complaciente talante,
y los deleites de un ruego
lleno de miel y azahares;



  y embelesado y rendido
de tus gracias y donaires,
recogí la ley vencido,
y temí actitud cobarde.
  Yo canté, y gocé aventuras,
y lloré vivas angustias.
¿Acaso amar es delito?
¡Quién de ello no es culpable!
  ¡Quién en la radiante aurora
de una edad cándida y frágil,
cuando todo joven ríe
y el pecho en alborozos arde!
  ¡Ay, qué inhumanos bullicios
y que apasionadas disputas!
¿Por qué para respetarlas,
mandaste que me ausentase?
  Quedarónme de mis culpas
tristes lloros en el alma,
que al besar tus pies radiantes   
mis lágrimas llevó el Alhama.
  Ellas en los suaves días
calmaron mis duros males,
y ahora en el más tierno alivio
mandas Amor que las cante.
  Escúchalas, y no temas
los pecados  de este cante...,  
que el amor que nace en pueblo 
no es un amor cobarde.             

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