viernes, 7 de febrero de 2014


REFLEXIONES DE ANTES DE AYER



Unas lágrimas se deslizan por mis mejillas y suavemente se van posando sobre mis labios, son un sentimiento dichoso y un latir del corazón cansado de recorrer el mundo que poco a poco se muere.

¡Cuántas veces suspiré! ¡Cuantas veces cerré los ojos y los volví abrir a la vida!

Era mi forma de pensar, mi forma de conocer a tantos seres perezosos y vagabundos y que para mi no existía ninguno con las mismas penas de mi sollozar.

Y esta falta de la sinceridad del ser humano, y de estímulos de la vida, también los hecho en falta, y los que somos testigos, podemos manifestar al hombre nuestros pesares y nuestra fortaleza que comporta el poder material.

Y me quedan en la vida reflexiones por resolver, con camino de justicia y firmeza renovada, manifestando el desafío y el mensaje de la llamada hasta el umbral que todo hombre ocupa.

Junto a mis manos indecisas y mis lágrimas que dejan de llorar masco la confianza que tengo de ser dichoso, mis labios fríos y calientes y las manos y los pensamientos ya envejecidos me dan la razón, observo a mi corazón que me dice..., quedas libre de castigo.

No obstante intentaré guiarme suavemente a través del espíritu que no olvida compromisos en el descolorido vivir de las cosas; y de esta forma, hacer la vida más buena y hermosa, sin lágrimas de muerte, no es una sorprendente actuación tener el corazón libre, es tener siempre luz absoluta y abierta a la esclavitud de la humana condición.

Ricardo de Lalinde y López

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