miércoles, 27 de diciembre de 2017

REFLEXIONES SOBRE LA VIDA

Los días sin interés son como la grasa incrustada sobre el cuerpo, como una costra en el alma.

Hay un bochorno que lentamente mancha nuestras mejillas sonrojándolas, aunque se calla y olvida.

Alguien puso estos agobios en mi, aún cuando no diga nada.
Y es que hay zoquetes andando, conversando con gentes y espíritus, echándose en el barro y hurgando en la mierda del interés y la fama.

Cerdos de morros que cantan entre amigos y familias, donde algunos instruidos hablan de sexo y de guerra, de política y de éxodos, de independencias y fortunas en su provecho, reviviendo la esperanza, ¡Pobres...! Puercos de un planeta fácil en que el engañador quiere creer que engaña, mientras los ácidos lentamente llevan los vómitos a su garganta.

Hay hombres que caen todos los días de pié desde su cara, y ven y sienten que están vacíos, y en su pecho va creciendo la muerte de su alma.

Hombres que no se avergüenzan ni se cansan, que no preguntan ni quieren saber nada.

¿Qué viene a hacer tanta nobleza fracasada?

Yo he aceptado que mi cuerpo nunca será inmortal, que envejecerá, y un día se acabará. Que estamos hechos de recuerdos y de olvidos, que la vida me devolverá lo que le de, bueno o malo y pagaré por ello.

He aceptado que todo lo que tengo es prestado, que no me pertenece, como no me pertenece mi propia existencia.

Yo he aceptado que vine al mundo para hacer algo por él, para dejar la semilla que dejaron mis ancestros y para tratar de dar lo mejor de mí, dejar un rastro positivo de mis pasos en el momento de mi última partida.

Entonces llega la gran pregunta, ¿Porqué no ser mas generosos? ¿Porqué somos tan codiciosos?




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